jueves, 6 de septiembre de 2007

La Voluntad de Amar


Por
Jesús Ademir Morales Rojas



“El convencimiento de que el mundo, y por consiguiente el hombre, son tales que no debieran existir, es de naturaleza a propósito para llenarnos de indulgencia unos con otros. ¿Qué puede esperarse en efecto, de tal especie de seres? A veces me parece que la manera conveniente de saludarse de hombre a hombre, en vez de decir señor, sir, etc ; pudiera ser: “Compañero de sufrimientos o compañero de miserias”. Por extraño que parezca esto, la expresión es justa, y recuerda la necesidad de la tolerancia, de la paciencia, de la indulgencia, del amor, y de que por consiguiente, cada uno es un deudor de algo.”
Arthur Schopenhauer

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Volvía Schopenhauer a su espaciosa residencia, tras haber sido homenajeado por parte de sus editores, en la Universidad de Francfort, por mérito de las altas ventas de su última obra: un volumen compilatorio de aforismos.

Mientras su carruaje le llevaba conducido, a través de bosquecillos nevados, el filósofo pensó con amargura en cómo solamente, ya en el ocaso de sus días, comenzaba a ser escuchado con atención.

Tal pareciera que la aciaga verdad de la existencia, esa dolorosa certeza que le había costado una vida entera para poderla manifestar por medio de un planteamiento sistemático fundamentado; esa misma verdad de vida, sí, era sólo tolerable para las masas, asumiéndola de reojo, como disfrazada en la cómoda y elegante simplificación de lo aforístico y de lo anecdótico.

El conductor de su transporte hizo detener a los caballos momentáneamente para permitir el paso de una fila de niños inmersos en una lúdica excursión de bolas de nieve y risas. Schopenhauer al contemplarlos meditó en su propia infancia gris, aislada y tensa. Vivida en salas oscuras, atestadas de libros sofocantes y de tutores fríos y eficientes. Supervisada por un padre muy estricto, aunque justo, y una madre que nunca aceptó a Arthur, verdaderamente.

¡Cómo le habían zaherido a él, las burlas y los rechazos de los chicuelos, debido a su anormal madurez de carácter, a su inexperiencia en los juegos y tratos de niño!
Pero ya desde esa temprana edad, la semilla de su perspectiva del mundo, de ese mundo configurado por una ciega voluntad y sus falaces representaciones, germinaba en su atormentada conciencia.

No fue muy diferente su juventud, pensó un poco después, cuando su carruaje se había internado en la ciudad y pasara en su recorrido junto a un gran salón de celebraciones colmado de galanes en traje de etiqueta y sus núbiles acompañantes, que irradiaban sonrisas, enfundadas en lujosos vestidos de fiesta.

“De qué manera los ciega su falta de perspectiva, su escasez de sinceridad con respecto al reconocimiento de lo vano de sus acciones. ¡Si acaso aceptaran, que es una sorda vorágine de pulsiones la que los moviliza unos hacia otros! Que todos esos afeites y ornamentos, música y maneras, no son sino accesorios de una función meramente biológica…”

Schopenhauer ya se los había explicado ampliamente con argumentos, con pruebas.
¿Y qué había sucedido con “El mundo como voluntad y representación” su obra capital? Pues que había sido ignorada, y de esta suerte, todo su esfuerzo teórico, las fatigosas revisiones, las consultas, las lecturas, de nada le habían valido para un público zafio, ansioso de dialécticas y de fenomenologías. ¡De qué manera había sido marginado! Qué vacías habían estado las aulas, durante sus lecciones en la Facultad; mientras que en cambio ese burdo de Hegel, y su auditorio colmado de jóvenes sonrientes y esperanzados; comprometidos con ese discurso acerca de una razón totalizadora, en realidad, pensó Schopenhauer, autocomplaciente e inútil. Joven auditorio, joven, como esos enamorados ilusos que sonreían gallardamente a sus parejas y se entusiasmadas con la inminencia del baile próximo. Schopenhauer pensó en su particular mocedad, marcada por la timidez y los besos nunca obsequiados a muchacha alguna. La altivez de su espíritu elevado nunca le permitió prestarse a la charla común, a la jovial ocurrencia, a la broma galante. Su único acercamiento posible hacia las mujeres, casi se llevo a cabo cuando una vez, cuando ese joven discípulo suyo de la Facultad, Friedrich … , por ganarse su aprecio, lo había invitado a un sucio burdel. El púdico profesor Schopenhauer, no había aceptado (aunque en el muy fondo le habría encantado asistir) y guardó desde entonces un mayor recelo a ese brillante, pero excéntrico discípulo, que deambulaba por las áreas solitarias de la Universidad monologando sobre la tragedia y sus orígenes, sobre ultra-hombres y otras quimeras de pensamiento.

El amor de las mujeres simplemente no estaba a su nivel, pensó Schopenhauer, por eso él podía ser capaz de analizarlo con precisión científica, como quien disecciona una silvestre criatura para estudiar su estructura interna. “Un mero proceso, de la manifestación de la voluntad oculta del mundo, sólo eso y nada más.” Sentenció mentalmente.

Arribó por fin a su casa en Francfort. Descendió del carruaje sin agradecer al cochero. Ingresó a la vivienda. Un recado del ama de llaves Henrietta le comunicaba acerca de que había terminado sin contratiempos sus labores domésticas, y que al día siguiente estaría de vuelta puntual. Arthur Schopenhauer dobló el papel y lo arrojó a un cesto. Así prefería él conducirse con la servidumbre, y con todos los hombres si acaso fuera posible: relacionándose lo menos, hablando poco, viviendo apartado cultivando su sabiduría y su reflexión constante.

De pronto algo fuera de lo común lo sobresaltó. Buscó algo en varías habitaciones, al parecer infructuosamente. Nils, su perro pastor-alemán, no estaba a la vista. Era el único ser a quien Schopenhauer estimaba. Su compañero de soledades y de silencios. Nils no parecía dispuesto a responder a sus llamados. Schopenhauer revisó durante largo rato en el jardín cubierto de nieve. Finalmente localizó al animal: en su caseta con el hocico puesto sobre su almohadón, yacía muerto, por el frío.
Schopenhauer quedó pasmado ante el suceso; lo quiso corroborar, inspeccionó el cuerpo rígido una y otra vez, esperando un síntoma de vida, una esperanza olvidada, pero no hubo tal. Tomó entonces la cabeza inanimada del can, entre sus manos temblorosas. Un hondo dolor le taladró el corazón. En su interior se llevó a cabo una gran batalla. Algunas lágrimas cayeron por su rostro agotado, senil; pero luchó por recomponerse, se esforzó en ello.
“Nada de esto sucede como tal, es sólo una cortina de humo, las deducciones nos llevan al resultado evidente, ¡No puedo flaquear!”
Pero ¿cómo llevar lógica al recuerdo de esos ladridos de tierna dependencia, cuando Nils se llenaba de júbilo al verle arribar proveniente del mundo hostil, y lo ingresaba animosamente a su refugio de sencilla quietud, por medio de locas carreras a su alrededor y húmedas caricias, brindadas con lengüetazos apresurados a sus manos trémulas de anciano?
¿Cómo transmutar en silogismos esas tardes calmas, en que Schopenhauer estudiaba en su sillón notando el cuerpo tibio de Nils acurrucado en sus rodillas, feliz simplemente de acompañarlo, en un dócil reposo?

Su rostro se crispó. Estrechó el cuerpo frío del perro inerte, hizo una última tentativa desesperada por comprender, por asimilar racionalmente esa perdida, ese dolor inmenso que le abrumaba.
“No sentir, no pensar, no desmoronarse ante el contacto directo de esa voluntad imparable que tanto he estudiado. Me he preparado mucho para tomar conciencia de este momento, del instante en el que por fin sintiera toda la fuerza de su empuje imperioso, abrazando mi alma hasta la extenuación.”
“¡Oh Nils, mi fiel Nils…!”

Luego, sin más, la voluntad rompió el dique de su entereza y su resistencia de razones y pensamientos. Se abandonó a una libre tristeza, a un sentido lamento sin trabas, a la corriente de esa singular voluntad que ahora le expresaba su verdadera intención incomprensible, imposible de teorizar, sólo presta asumirla en el dolor de la pérdida, del arrebato del ser querido.

Sin importar la nevada feroz que comenzaba a caer, buscó largamente un lugar adecuado donde enterrar el cuerpo de su perro. Permaneció allí durante mucho tiempo, buscando hacerle llegar, su propia voluntad entregada, a su leal compañero, atravesando la nieve y las piedras húmedas que ya le cubrían.

Llegó la noche.

***

A la mañana siguiente arribó temprano Henrietta a la residencia silenciosa. Halló a Schopenhauer muerto en el diván. En el rostro quieto del filósofo advirtió una suave sonrisa. Llevaba abrazado entre sus manos frías el almohadón de su perro, mismo que resbaló cuando lo retiró Henrietta, y que cayó sin hacer ruido alguno, y se quedó quieto en el piso alfombrado.
Se quedó allí en paz.

Copyright © Jesús Ademir Morales Rojas. Todos los derechos reservados.


sábado, 1 de septiembre de 2007

Pequeño ensayo sobre David Lynch

Por
Jesús Ademir Morales Rojas


Abstract

...David Lynch, de la estirpe de Buñuel, y Jodorowsky; del inmenso Bergman y de Tarkovsky, adora pues, poner en jaque a todo sentido común, que ni se siente ni comunica. Y ataca astutamente Lynch, adosado a los muros de la ciudadela del delirio, la Dite de nuestros inferos más profundos.
Aquí quiere resaltarse, que ese talante particular de este director cinematográfico, ya se expone desde sus primeras tentativas, una de las más brillantes y perturbadoras, el cortometraje The alphabet del año 1967-1968 (años definitivos, en muchos sentidos)....


Seguir al Pequeño Ensayo sobre David Lynch:

http://www.escritorium.com/4387/jesus-ademir-morales-rojas/el-alfabeto-del-delirio-apuntes-sobre-david-lynch/

Imagen tomada de:
http://www.cinecin.com/davidlynch.asp?cat=thealphabet

viernes, 31 de agosto de 2007

El ardid (Infierno 8)


Por
Jesús Ademir Morales Rojas

K y Virgilio transitan dificultosamente a través del Infierno. De pronto aparece a su paso Dite, la laberíntica y temible ciudad de los demonios. Para seguir su marcha, es preciso atravesarla. No hay rodeos posibles. Toca Virgilio al portón. Abren. Habla entonces, Virgilio con los demonios. Estos, de pronto niegan con la cabeza. Cierran insolentes, en la cara del poeta. Virgilio vuelve al lado de K, pálido de rabia. Se consterna K, pero Virgilio lo tranquiliza: pronto arribará un enviado de lo alto para atender su percance, y permitirles seguir. Se sientan en una roca a esperar. Pero pasa el tiempo y no llega nadie. K no deja de mirar afligido al cielo, suspirando, y Virgilio se agobia de tedio, mientras hace garabatos con una rama en la arena calcinada. Pronto K, no puede más: se decide. Propone una estrategia a Virgilio, un ardid para ingresar a Dite. Llamará uno en la puerta delantera y poco después otro en la posterior. Mientras los demonios atiendan confundidos, y dejen desguarnecida una de las entradas, para acudir a la otra, será el momento preciso de adentrarse subrepticiamente allí. Virgilio está de acuerdo y se frota las manos lleno de contento. Proceden como lo habían planeado. Virgilio llama en la puerta principal y se oculta. Abren los demonios y se asoman. K en ese instante llama a la otra puerta. Los demonios se apresuran allá, dejando libre el paso. K regresa corriendo al lado de Virgilio y ambos entran apresuradamente a Dite. Cierran ambas puertas sin demora. Golpean entonces, los demonios indignados. K y Virgilio ríen y se felicitan como un par de cómplices. Pero justo en ese momento, escuchan grandes pesos siendo arrastrados. Sorprendidos por completo, nos pueden hacer ya nada. Los demonios han clausurado con rocas enormes, por fuera, ambas entradas. De esta manera K y Virgilio quedaron atrapados en el laberinto del Infierno, para toda la eternidad.


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Imagen tomada de:
http://www.darkmoon3d.com/tg-max/gallery/images/labyrinth.jpg

Más textos del autor:
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jueves, 30 de agosto de 2007

Rembrandt y el cuerpo


Por
John Berger

Cuando murió, a los sesenta y tres años, parecía mucho más viejo, incluso para su época. La bebida, las deudas, la muerte de muchos de sus seres queridos a causa de la peste podrían explicar los estragos sufridos. Pero los autorretratos apuntan a algo más. En su madurez le tocó vivir un clima de fanatismo económico y de indiferencia, un clima, por otro lado, no muy distinto del que se vive hoy. Ya no era posible limitarse a copiar lo humano, como en el Renacimiento; lo humano ya no era evidente: había que buscarlo en la oscuridad. Rembrandt era un hombre obstinado, dogmático, astuto, capaz de cierta crueldad. No hagamos de él un santo. Pero buscaba una manera de salir de esa oscuridad.

Dibujaba porque le gustaba. Era una forma de recordarse diariamente lo que le rodeaba. La pintura —sobre todo en la segunda mitad de su vida— era para él algo distinto: pintando intentaba encontrar una salida de la oscuridad. Quizá la extraordinaria lucidez de los dibujos nos ha impedido ver la manera en que pintaba realmente.

Rara vez hacía dibujos preliminares; empezaba pintando directamente en el lienzo. En sus pinturas apenas hay una lógica lineal o una continuidad espacial. Si sus cuadros convencen se debe a que los detalles, las partes, emergen y salen al encuentro del ojo. No hay nada dispuesto, ordenado ante nosotros, como en las obras de sus contemporáneos Ruysdael o Vermeer.

Mientras que en los dibujos dominaba completamente el espacio y la proporción, el mundo físico que presenta en sus lienzos está muy distorsionado. Esto nunca se ha recalcado lo suficiente en los estudios sobre su obra. Posiblemente porque para darse cuenta de ello hay que ser pintor, más que historiador del arte.

En una obra temprana de un hombre (él mismo) delante de un caballete en un estudio de pintor, el hombre en cuestión tiene un tamaño que apenas sobrepasa la mitad del que debería tener. En una maravilloso cuadro tardío, Mujer junto a una puerta abierta (Berlín), la mano y el brazo derecho de Hendrickje podrían ser los de un Hércules. En el Sacrificio de Abraham (San Petersburgo), Isaac tiene los rasgos físicos de un joven, pero, en relación con su padre, su tamaño es el de un niño de ocho años.

El Barroco gustaba de los escorzos y de las yuxtaposiciones improbables, pero aunque Rembrandt aprovechara las libertades que acompañaban al estilo, las distorsiones de sus cuadros no tienen mucho que ver con ellas, pues no son evidentes, sino al contrario, casi furtivas.

En el sublime San Mateo y el Ángel (Louvre), ese espacio imposible en el que se acomoda la cabeza del Ángel sobre el hombro del evangelista está discretamente insinuado, susurrado como le susurra el Ángel en el oído al santo. ¿Por qué olvidó o ignoró en los cuadros lo que era capaz de hacer con tanta maestría en los dibujos? Debía interesarle otra cosa, algo que era antitético con respecto al espacio "real".

Salgamos del museo y vayamos a las urgencias de un hospital, probablemente ubicadas en los sótanos del edificio, pues es donde suelen estar las unidades de rayos X. Los heridos y los enfermos son transportados en las camas o esperan horas, codo con codo en las sillas de ruedas, hasta que pueda atenderles el primer especialista que quede libre. Con frecuencia, los ricos pasan antes que los que están más enfermos. Pero, en cualquier caso, para los pacientes que esperan en el sótano es demasiado tarde para cambiar nada.

Cada cual vive en su propio espacio corporal cuyos hitos son el dolor o la incapacidad, una sensación o un malestar desconocidos. Los cirujanos no pueden obedecer las leyes de este espacio cuando operan, no es algo que se aprenda en las lecciones de anatomía del doctor Tulip. Una buena enfermera, sin embargo, lo reconoce al tacto y sabe que en cada colchón, en cada paciente, toma una forma distinta.

Es el espacio en el que habita la conciencia de sí mismo del cuerpo que siente. No es ilimitado como el espacio subjetivo: finalmente lo enmarcan siempre las leyes del cuerpo. Pero sus hitos, sus énfasis, sus proporciones internas no paran de cambiar. El dolor agudiza nuestra conciencia de este espacio. Es el espacio de nuestra vulnerabilidad fundamental y de nuestra soledad. Y también de la enfermedad. Pero, potencialmente, es también el espacio del placer, del bienestar y de la sensación de ser querido. Robert Kramer, el director de cine, lo define así: "Detrás de los ojos y extendidos por todo el cuerpo, un universo de circuitos y sinapsis. Los trillados caminos por donde suele manar la energía." Se percibe mejor al tacto de lo que se ve con los ojos. Y Rembrandt fue el gran maestro que llevó ese espacio a la pintura.

Pensemos en las cuatro manos de la pareja de La novia judía. Son sus manos, mucho más que sus caras, las que indican: matrimonio. Pero, ¿cómo llegó él hasta allí, hasta el espacio corporal?

Betsabé leyendo la carta de David (Louvre). La figura, en tamaño natural, está sentada, desnuda. Reflexiona sobre su destino. El rey la ha visto y la desea. Su marido está lejos, en la guerra. (¿Cuántos millones de veces ha sucedido algo similar?) Arrodillada delante de ella, su criada le seca los pies. No tiene otra opción que presentarse al rey. Quedará encinta. El rey David dispondrá que maten a su querido marido. Ella lo llorará. Se casará con el rey David y le dará un hijo que llegará a ser el rey Salomón. Ya ha empezado una fatalidad, y en el centro de esta fatalidad se halla el que Betsabé sea deseable como esposa.

Y así, todo el cuadro está centrado en su núbil vientre y su ombligo, que situó a la altura de los ojos de la sirvienta. Y lo pintó con amor y compasión, como si fueran un rostro. No hay otro vientre en el arte europeo pintado con una milésima parte de este cariño. Pasó a ser el centro de su propia historia.

Cuadro tras cuadro fue confiriendo a una parte del cuerpo, o a ciertas partes del cuerpo, una fuerza narrativa especial. El cuadro habla entonces con voces distintas, como un cuento contado por diferentes personas desde puntos de vista distintos. Pero estos "puntos de vista" sólo pueden existir en un espacio corpóreo que es incompatible con el espacio territorial o el arquitectónico. El espacio corpóreo cambia sus medidas y sus centros focales continuamente, de acuerdo con las circunstancias. Se mide en ondas, no en metros. De ahí que sea necesario distorsionar el espacio "real".

La Sagrada Familia (Munich). La Virgen está sentada en el taller de José, el Niño duerme en su regazo. La relación entre la mano de la Virgen, su pecho descubierto, la cabeza de Jesús y su bracito extendido es absurda en términos de cualquier espacio pictórico convencional: nada encaja, nada pertenece al lugar que le corresponde, nada tiene el tamaño adecuado. Pero el pecho y la gota de leche que mana de él hablan a la cara del pequeño. Y la mano del pequeño habla al amorfo continente que es su madre, al tiempo que la de ésta escucha al niño que sostiene.

Sus mejores cuadros apenas ofrecen nada coherente al punto de vista del espectador. Lo que hace éste es interceptar (especialmente) los diálogos que se producen entre las partes diversas, y estos diálogos son fieles a la experiencia corpórea que le habla a algo que todos llevamos dentro. Frente a sus obras, el cuerpo del espectador recuerda su propia experiencia interior.

Los historiadores con frecuencia han señalado la "interioridad" de las imágenes de Rembrandt. Sin embargo, son lo opuesto a los iconos. Son imágenes carnales. La carne del Buey desollado no es una excepción, sino algo característico en él. De revelar una interioridad, sería la del cuerpo, aquello a lo que tratan de llegar los amantes cuando se acarician y en el momento del coito. En este contexto, esta última palabra toma un significado más literal y más poético: coire, "ir juntos".

Aproximadamente la mitad de sus grandes obras (los retratos aparte) describen el acto de abrazarse o el instante preliminar al mismo —el gesto de abrir y extender los brazos: El Hijo Pródigo, Jacob y el Ángel, Dánae, David y Absalón, La novia judía…

No se puede encontrar nada parecido en la obra de ningún otro pintor. En Rubens, por ejemplo, hay muchas figuras que se tocan, se transportan, se conducen, pero muy pocas, si es que hay alguna, que se abracen. En ningún otro pintor ocupa el abrazo esta posición suprema, central. Algunas veces el abrazo que pinta es sexual, otras no. En la fusión de dos cuerpos no sólo entra el deseo, sino también el perdón o la fe. En su Jacob y el Ángel (Berlín) vemos las tres cosas, y no es fácil separarlas.

Los hospitales públicos, que como institución se originan en la Edad Media, se llamaban en Francia Hôtels-Dieu. Eran lugares donde se daba techo y asistencia en el nombre de Dios a los enfermos o a los moribundos. Pero cuidado con idealizar. Durante la peste, el Hôtel-Dieu de París estaba tan atestado que cada cama "la ocupaban tres personas; una enferma, una agonizante y otra muerta".

Pero el término Hôtel-Dieu, interpretado de otra forma, puede ayudarnos a explicar su pintura. La clave de esa visión que distorsionaba por necesidad el espacio clásico era el Nuevo Testamento. "Y el que permanece en el amor, en Dios permanece, y Dios en él […] En esto conocemos que vivimos en él, y él en nosotros, porque nos ha comunicado su espíritu." ( Primera Epístola de San Juan, cap.4, versículos 16 y 13).

"Y él en nosotros." Lo que encontraban los cirujanos en las disecciones de los cuerpos era una cosa. Otra muy distinta lo que él buscaba. Hôtel-Dieu también puede significar en francés un cuerpo en el que reside Dios. En sus últimos autorretratos, tan inefables y terribles, parece que mientras contemplaba su propia cara estuviera esperando a Dios, pese a saber perfectamente que Dios es invisible.

Cuando pintaba libremente a aquellos a los que amaba o imaginaba, o a aquellos de quienes se sentía próximo, intentaba entrar en su espacio corpóreo en ese preciso momento; intentaba entrar en su Hôtel-Dieu, y encontrar así la salida de la oscuridad.

Frente al pequeño cuadro de la Joven bañándose (Londres) nos parece estar ahí, entre los pliegues de la camisa que ella se levanta. No como mirones. No con lujuria, como los viejos que espían a Susana. Sencillamente, el tierno amor con el que él la pintó nos conduce a habitar el espacio de su cuerpo.

Para Rembrandt el abrazo era sinónimo del acto de pintar, y las dos cosas rozaban casi la oración.


Texto tomado de :
http://www.jornada.unam.mx/2006/05/14/sem-john.html


Imagen tomada de:
http://web.educastur.princast.es/proyectos/jimena/pj_leontinaai/arte/webimarte2/WEBIMAG/BARROCO/IMAGENES/PINTURA/REMBRAN/budes.jpg


Juan José Arreola: Teoría de Dulcinea


En un lugar solitario cuyo nombre no viene al caso hubo un hombre que se pasó la vida eludiendo a la mujer concreta. Prefirió el goce manual de la lectura, y se congratulaba eficazmente cada vez que un caballero andante embestía a fondo uno de esos vagos fantasmas femeninos, hechos de virtudes y faldas superpuestas, que aguardan al héroe después de cuatrocientas páginas de hazañas, embustes y despropósitos.

En el umbral de la vejez, una mujer de carne y hueso puso sitio al anacoreta en su cueva. Con cualquier pretexto entraba al aposento y lo invadía con un fuerte aroma de sudor y de lana, de joven mujer campesina recalentada por el sol.

El caballero perdió la cabeza, pero lejos de atrapar a la que tenía enfrente, se echó en pos a través de páginas y páginas, de un pomposo engendro de fantasía. Caminó muchas leguas, alanceó corderos y molinos, desbarbó unas cuantas encinas y dio tres o cuatro zapatetas en el aire.

Al volver de la búsqueda infructuosa, la muerte le aguardaba en la puerta de su casa. Sólo tuvo tiempo para dictar un testamento cavernoso, desde el fondo de su alma reseca. Pero un rostro polvoriento de pastora se lavó con lágrimas verdaderas, y tuvo un destello inútil ante la tumba del caballero demente.

Texto tomado de:

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/arreola/teoria.htm

Imagen tomada de:

http://www.letraslibres.com/imagen.php?id=1304&dw=100

martes, 28 de agosto de 2007

El caballero y el dragón


Por
Jesús Ademir Morales Rojas

Sincero homenaje a la heroicidad, de cualquier manera, esta obra es sospechosa por la recta trayectoria, demasiado proclive, que traza el arma del caballero hasta el cuerpo del Dragón. Y es que a final de cuentas, tanto lo “esencialmente” humano, como lo instintivo “censurable”, son bocetados por Paolo Uccello con el mismo fino trazo.

***

En última instancia, los dragones nunca existieron: son un mero producto de la humana fantasía. De tal suerte que San Jorge, bien puede estar luchando contra el solo viento. Esto expresa mucho acerca de la falta de fundamento, de gran parte de las acciones humanas. ¿Y si acaso tal fundamentación lastrante, no fuera sino un camaleónico ardid de la bestia para confundirnos, y evitar así la hazaña de una (des)realización cabal y abierta, hacia alternativas más plenas y diversas de ser? Si esto fuera cierto, ¿Tendremos el valor para empuñar la lanza a fondo?

***

Cabe profundizar acerca de si efectivamente, el San Jorge de Uccello tiene certera conciencia, de la quimérica naturaleza de su oponente. Si es así, estaríamos entonces ante un inédito quijotismo adelantado a su tiempo, un idealismo limpio y ejemplar. Pero si por el contrario San Jorge sabe de la virtualidad de su enemigo, y aún así se empeña en proseguir en simulacro, su asignado rol, con el puro afán de hacer marchar el sistema de su entorno, tendríamos aquí, un insospechado vaticinio de nuestra actualidad, que seguramente Uccello no hubiese tolerado. Pues ante tan gris porvenir, ciertamente el hubiera preferido finiquitarlo todo, arrojando a su héroe, para ser alimento de sueños, en aquellas fauces fantásticas.

***

Tal vez Paolo Uccello dudó mucho en decidir, sobre cuál de los dos adversarios, protagonistas de su célebre pintura, dibujar en secreto las facciones de su rostro como firma. Seguramente anduvo del burdel al confesionario, una y otra vez, a fin de poder elegir finalmente. Y tardó tanto en hacerlo, que al final olvido hasta él mismo, en cuál de los dos quedó fijado. Hoy sólo el nombre del genial artista perdura, puesto que el hombre, Paolo Uccello, infaustamente, en palabras de Vasari: “terminó sus días, solo, excéntrico, melancólico y pobre”

***

Obsérvese en esta obra de Uccello, como del lado del Dragón está la luz, una mujer, campos cultivados y una ciudad; en suma, la posibilidad misma de vida. Por el lado del caballero, en cambio, oscuridad, terreno yermo, la boca abierta de una caverna dispuesta a la soledad y el desamparo; tal es decir, el lado funesto de la existencia. De esta manera, es posible cuestionarse, ¿cuál fue el mensaje último aquí, con él que, el renacentista italiano quiso advertirnos? Y entonces así, ¿quién es el auténtico enemigo a vencer?

***

Un voraz Dragón hace su nido cerca de la fuente que abastece a una populosa ciudad. Debido a esta calamitosa circunstancia, los ciudadanos se veían obligados a distraer a la bestia diariamente, para alejarla de la fuente, y así obtener agua. Para lograr esto, todos los días sacrificaban a una víctima, sorteada de entre los habitantes del lugar. En cierta ocasión, resultó seleccionada la bella princesa local. El rey, padre desesperado, solicita clemencia infructuosamente. Cuando la joven está a punto de ser devorada por la inclemente bestia, aparece el héroe San Jorge, quien llegaba allí, desde tierras lejanas, atraído por la famosa hermosura de la princesa. Armado con su legendaria lanza y su brioso corcel blanco, y luego de una ardua contienda, San Jorge vence al Dragón. Cuando el paladín fatigado, pero lleno de ilusiones, se apresta a tomar su premio, se topa con una sorpresa desagradable: la princesa gira la vista, desairándole con frío desdén. Es posible imaginar luego a San Jorge, el invencible de mil batallas, apresurado a entregarse voluntariamente a las garras del emperador Diocleciano, asesino de cristianos. Seguramente entonces, ni el largo y penoso trámite de las múltiples torturas, ni el ver en su último segundo, el hacha del verdugo aproximándose indeclinable hasta su cuello; nada de esto fue tan atroz, como el sufrir la salvaje sonrisa de aquella indomable, al verle partir, sin misericordia, para siempre.


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Mas textos del autor:
http://www.escritorium.com/autor-170/jesus-ademir-morales-rojas/




jueves, 23 de agosto de 2007

La agonia de existir- Homenaje a Hidekki Anno (Neon Genesis Evangelion)



Por
Jesús Ademir Morales Rojas

"…Nada es... Todo está permutado…"
                                  
                                      Hassan-i-Sabbah

"…un instante, no más,
No más que el mínimo
perpetuo instante del quebranto,
cuando la forma en sí, la pura forma,
se abandona al designio de su muerte
y se deja arrastrar, nubes arriba,
por ese atormentado remolino
en que los seres todos se repliegan
hacia el sopor primero,
a construir el escenario de la nada.
Las estrellas entonces ennegrecen.
Han vuelto al dardo insomne
a la noche perfecta de su aljaba."
                      
                      José Gorostiza, Muerte sin fin.



***

…y formando ondas calmas en el océano de metal, se difuminaron en la distancia, sin percatarse de la contemplación serena que realizaba, flotando sobre las aguas, una silenciosa presencia que nadie vio…

***
                                                                 

Cynthia habló, con vehemente entonación, a todos los científicos participantes del Centro Espacial Cronía:
-Y bien, el Proyecto Nexus está en marcha; no había ya, más tiempo que perder, la situación de extrema emergencia nos orilló a ello. Oxford, y las más importantes ciudades del mundo han sido presa de actos sistemáticos y escalonados de terrorismo brutal, grupos radicales y sectas homicidas y tribus urbanas, han desatado el caos y la destrucción masiva de gente e instituciones. No le queda otra esperanza al mundo que la que forjamos aquí. Hemos bombardeado a un agujero negro, oculto en nuestra galaxia, con nuestro más poderoso cañón de partículas: lo hemos alterado al grado de transformarlo en un agujero de gusano; ahora continuamos dirigiendo todo el material exótico que hemos recolectado durante años, a fin de mantener abierto el agujero- que en esencia es un pasaje para viajar por el espacio-tiempo.
Aunque recuerden: el viaje viene condicionado por el mismo momento de la creación del agujero.
Pero aún con todo esto-prosiguió Cynthia- es nuestra única, nuestra última esperanza; es necesario esforzarnos todos aquí y ganar el tiempo suficiente para que podamos concretar la alternativa que nos abre Nexus: obtener el acceso a un universo alternativo limpio y apto para todos. Ahora bien, IA plus, ese ente virtual desquiciado, esta decidido a detenernos a toda costa, a fin de controlar la transformación de la realidad, es por eso que ha enviado a sus hordas de clones, alterados genéticamente, para arrasar el Centro espacial Cronía, el último bastión de la humanidad; además de lo anterior, existen rumores de que se ha infiltrado su brazo ejecutor predilecto, la traidora Lain, dentro de las instalaciones de Cronía, con el propósito de sabotear el funcionamiento de cañón de partículas que sostiene la marcha del proyecto Nexus. Finalmente, advertencias repetidas del sistema nos mantienen preocupados acerca de un posible ataque directo de Ia luz a toda la red de equipos de nuestro Centro, para impedir que el agujero siga abierto.
¡Tenemos que contener a toda costa sus nefastas acciones!
Cynthia dispuso entonces que el cyborg Michio koki se internara en la red subterránea de las instalaciones de Cronia para detener el ataque de Lain; Daniels Hokoppler se ocuparía de impedir la amenaza de la horda de los clones de Andrew, y finalmente Cynthia misma se aventuraría en la red para neutralizar el frenesí destructor de IA plus.
Los escasos científicos que quedaban en Cronía, se quedarían frente a los controles maestros para resguardar la marcha de Nexus.
Koki miró con dolido pesar como Cynthia colocaba con atención cuidada sus arneses especiales a Daniels Hokkopler. El se dejaba hacer sin recato. Nada había sido igual entre ella y Koki desde que Daniels había aparecido. La identificación entre los otrora durmientes crionizados era algo que superaba los ímpetus pasionales de Koki, y esto aunado al extraño mal que padecía Hokoppler, que le ataría los cuidados de Cynthia, colmaban el alma de Koki, de rencor y despecho máximo.
Sólo un ambigua mirada le dirigió la rubia científica en jefe, cuando Michio Koki, furioso y abrumado de celos, se internaba ya en las estructuras subterráneas del centro, pistola en mano.
Nunca más volvería a verle con vida.

***

Daniels Hokoppler por su parte, luego de volver a la vida tras su largo sueño de crionización, había descubierto con pesar que su cuerpo había sido invadido por un extraño virus que lo hacía inmune al dolor. Impulsado por el amor a Cynthia se había integrado a Cronía para realizar peligrosas misiones al lado de la científica y de Koki de quien sabía, le odiaba. En muchos de estos trabajos, difíciles y arriesgados, de investigación y de defensa había perdido varias veces partes de su cuerpo y sufrido horribles heridas, pero su extraño mal lo único que hacía era impulsado a seguir, luchando por el amor de Cynthia y la salvación del mundo, aún a costa de soportar múltiples operaciones de reemplazo de su cuerpo. Ahora, para enfrentar a los clones de Andrew le habían diseñado un traje “Equidna” cubierto de navajas extensíbles y arrojables que, aunado a su nula sensibilidad del dolor, lo convertían en un enemigo formidable para cualquier agente del caos.
Junto al resto del personal armado de seguridad del centro, salio a enfrentar a los miles de feroces clones de Andrew que ya rodeaban todo el instituto. Los clones, como feroces mandriles perversos, ejecutaban saltos prodigiosos y se utilizaban de armas entre sí, arrojándose contra Hokoppler y sus auxiliares. Pronto Hokoppler quedó sólo en el combate; donde antes había sido una zona boscosa, ahora, por el destructor paso de los clones, no era más que un páramo de cenizas. Los Andrew iban desnudos y atacaban con movimientos parecidos a los cardúmenes de peces. Inmensos clones, inflados y deformes como grotescas hormigas reina, eran arrastrados utilizando cadenas por muchos Andrew, y de estos Andrew “reina” de sus bocas y de sus anos, salían expulsados otros clones en bolsas orgánicas, que rompían de inmediato para integrarse a la lucha. Hokoppler se movía con pericia guerrera: agitaba sus arneses, armados con filosos cuchillos de un lado a otro y mutilaba así, a un sin numero de clones, pero eran miles y miles y pronto todo el horizonte se vio colmado de estos seres gesticulantes y demenciales. Al final se encimaron sobre Hokoppler, le arrancaron todos los miembros y empalándolo en un mástil lo enarbolaron como un patético estandarte, y celebraron su victoria ejecutando danzas inverosímiles mientras el cielo se derrumbaba sobre ellos.

***

Koki se aventuró por su parte por el laberinto de conductos subterráneos, marchando raudo sobre una motocicleta roja, adaptada y diseñada para él, por un amigo suyo de nombre Akira.
Pronto advirtió la presencia de sus oponentes: la salvaje Lain montaba el lomo lampiño, de una gigantesca rata mutante.
Su intención precisa era, sin duda, arrojarse a las maquinarias gigantescas que daban vida al cañón de energía exótica, que mantenía abierto el agujero de gusano.
Koki los persiguió hasta una profundidad alarmante, hasta que por fin pudo darles alcance propicio a sus disparos, justo cuando ya los túneles eran ya agobiantemente estrechos.
Lain lo vio venir y le atacó con su ballesta de flechas cargadas de ácido, Koki a su vez le disparó varias cargas de su revolver. Una de las flechas sin embargo, rozó a Koki el rostro: derrapó en su motocicleta y cayó herido.
Lain quiso finiquitarlo, y sobre la enorme rata ciega, se acercó para aproximarlo a las fauces de la bestia feroz.
Koki apenas recuperándose, tuvo tiempo para accionar el gatillo de su arma en repetidas ocasiones, una de las cuales propulsó la bala que le partió la frente a la traidora Lain. La rata sin embargo, alcanzó a llegar hasta él y le mordió el brazo hasta el codo. Koki dando un alarido, con el otro brazo sacó su revolver de emergencia y le disparó a la rata desesperadamente hasta aniquilarla.
Desgraciadamente los estertores frenéticos del ingente animal derrumbaron las paredes del túnel y pronto Koki desquiciado de dolor, se vio atrapado en propia tumba.

***

"Porque el hombre descubre en sus silencios
que su hermoso lenguaje se le agosta
en el minuto mismo del quebranto…
…cuando todos inician el regreso
a sus mudos letargos vegetales;
cuando la aguda alondra se deslíe
en el agua del alba…
…cuando todo —por fin— lo que anda o repta
y todo lo que vuela o nada, todo,
se encoge en un crujir de mariposas,
regresa a sus orígenes
y al origen fatal de sus orígenes,
hasta que su eco mismo se reinstala
en el primer silencio tenebroso…"
                                                                                        
                             José Gorostiza, Muerte sin fin

                                                            
Cynthia, tras instalarse el conector en la nuca que la internó en el mundo virtual de la red…
… voló entonces hasta el Centro Alcocer de las sabias conciencias noosféricas, allí fue donde informó al sabio maestro Lordvi y al bondadoso Morquei de la terrible situación. Ellos convocaron a todas las conciencias a una reunión extraordinaria , y ya debatían todas esas brillantes presencias etéreas sobre posibles alternativas de acción, cuando inesperadamente una de ellas comenzó a cantar extravagante, las estrofas del himno a la alegría de Beethoven . Pronto todos esos seres se vieron impelidos a formar un coro desesperado, como si fueran los títeres de una conciencia ajena. Súbitamente sus lenguas empezaron a adquirir un tono azulado y comenzaron a salírseles de la garganta a cada uno de ellos, entre quejidos agónicos. Pronto todos esos apéndices carnosos y reptantes se anudaron en un colosal gusano, que destruyó por completo, al perseguir a una aterrorizada Cynthia, a todos los recintos del Centro Alcocer. Luego, mientras escapaba por los jardines que rodeaban al centro, Cynthia miró como muchos jóvenes que habían estado deambulando tranquilos por allí, ahora señalaban con horror al engendro y gritaban el nombre abominable de “I A Plus”. El repugnante ser pronto fue devorando a cada uno de esos jóvenes Hikikomori , e incluso Cynthia pudo identificar a las desesperadas Ayanami y Schelley al ser asimiladas por las líquidas fauces de esa descomunal babosa azul.
Pronto Cynthia misma se vio acorralada bajo en la carne palpitante y pestífera.
Y se perdió en la negrura.

***

Koki luego de saberse sepultado vivo y sin esperanza de escape alguno, sin ni siquiera una sola carga salvadora en su ama, se desquició por completo, y anduvo en la oscuridad dando de topes con su cabeza, contra las ásperas paredes, y además desgañitándose la garganta gritándole a Cynthia.
Al final, extenuado, se hizo un ovillo junto al cuerpo frío de la rata mutante y comenzó a sollozar, en las tinieblas.
Luego de un tiempo indeterminado, dejo de hacerlo, se estremeció y dijo con ronca voz:
-Es tiempo…

***

Cynthia barría la explanada de un templo inmenso de cristal. Del cielo de pronto cayó una pelotita de plumas de colibrí. Se la guardó la joven en su blanco delantal. De pronto el templo de cristal se estremeció. Sin sentir dolor alguno Cynthia quiso dar a luz y de sus entrañas brotó un pequeño ser entre pájaro y hombre que comenzó a crecer con los rayos del sol. Pronto era un poderoso joven con alas y cabellos de pluma de colibrí.
Tomo de las manos a Cynthia y le dijo:
-Quiero serlo todo
-¿Para qué?- Le respondió la joven madre
-No lo se exactamente, pero no quiero ser ajeno a nada.
Ella le acarició el rostro emplumado y le dijo.
-Entonces más que desear serlo todo, permite que todo pueda ser en ti…
Entonces ella lo atrajo hacia si y se unieron en una dulce y lenta cúpula, y en cada armónico empuje la realidad entera se distendía, pronto se unieron con tal intensidad que se fundieron en un solo ser de color azul metálico que comenzó a crecer y a crecer sin medida.
La realidad virtual de la red entera pronto se vio saturada de esta sustancia extraña, y pronto todos los monitores del mundo explotaron dejando escapar esa sustancia que inundo el orbe entero. En el Centro Espacial Cronía, los clones Andrew que comenzaban a devorarse unos a otros fueron sorprendidos por este torrente de mercurio que se los llevó arrastrados como hormigas ante la corriente fría de un río desbordado.
Tal vez las estrellas mismas cayeron al líquido pesado, quien sabe, lo cierto es que de pronto su brillo se vio enturbiado y hasta la luna pareció alejarse alarmada ante tal cataclismo.
Koki en su tumba se reía a carcajadas, por que se dio cuenta por fin que el ciego de I A Plus nunca hubiera sido capaz de encontrar el verdadero centro del proyecto Nexus, la única verdadera arma que podría resguardar el éxito de la preservación del universo: su propio interior, allí donde se lo habían implantado, en lo más profundo de su conciencia y en su ser.
Afuera todos perecían ahogados en una celebración de muerte infinita.
Koki podía imaginárselo riendo y llorando a la vez que se desangraba.

***

"…hasta que todo este fecundo río
de enamorado semen que conjuga,
inaccesible al tedio,
el suntuoso caudal de su apetito,
no desemboca en sus entrañas mismas,
en el acre silencio de sus fuentes,
entre un fulgor de soles emboscados,
en donde nada es ni nada está,
donde el sueño no duele,
donde nada ni nadie, nunca, está muriendo
y solo ya, sobre las grandes aguas,
flota el Espíritu de Dios que gime
con un llanto más llanto aún que el llanto,
como si herido —¡ay, Él también!— por un cabello
por el ojo en almendra de esa muerte
que emana de su boca,
hubiese al fin ahogado su palabra sangrienta."
¡ALELUYA, ALELUYA!
                        
                                  José Gorostiza, Muerte sin fin.
 

La Dra. Carmona estaba en un mirador en su observatorio central en la cordillera de los Andes y, acompañada por el joven matrimonio Koki, se divertía cargando al bebé Michio y lanzándolo al aire, mientras se solazaba escuchando sus infantiles carcajadas jubilosas.
Y pensar- Les comenzaba a esos dos enamorados padres unos jovencitos apenas- y pensar que todo lo que se he buscado por tanto tiempo allá afuera- y señaló a los picos nevados y al firmamento inmenso- me parece haberlo encontrado en la risa de su niño.
-Pero entonces parece haber encontrado la respuesta que buscaba- acotó el sonriente joven Koki.
-Tal vez, tal vez no- respondió reflexiva la Dra. Carmona- tal vez siempre conocí la respuesta, pero no había sabido como expresarla. Quizás de eso se trate el existir, de la búsqueda personal de encontrar modos particulares de expresar el silencio.
Y juntas, las cuatro personas, contemplaron la hermosa puesta de sol entre las cumbres.

***

Después de deshacerse las uñas y los dientes, por fin logro hacer un agujero entre la tierra y las rocas: lo amplió y se asomó a la superficie.
Contempló un océano infinito de metal y un cielo de color púrpura donde caían pequeños copos de luz ambarina. Extrañas formaciones orgánicas sobresalían sobre las aguas turbias, que desembocaban en la playa, con sonidos de campana.
Pronto los copos de luz se agruparon y tomaron forma ante sus ojos deslumbrados: sus padres, Andrew, Lain, la Dra. Carmona, Morquei, Hassan- i- Sabbah, el maestro Brian, Lordvi… todos, todos se aparecieron ante él auroleados de una luz, ahora diamantina, y le sonrieron.
El a su vez les sonrió y se aproximó a ellos: se abrazaron con tierno afecto.
Poco a poco se fueron separando de él y se difuminaron en copos de luz que se alejaron hacia el mar…
… y formando ondas calmas en el océano de metal, se difuminaron en la distancia, sin percatarse de la contemplación serena que realizaba flotando sobre las aguas, una silenciosa presencia que nadie vio…
…sólo Koki, que durante un segundo reconoció a Cynthia alada flotando inmóvil sobre las olas, y luego la vio desaparecer en un instante.
Así Koki , demacrado y sucio, sin dejar de sonreír, miró el nuevo mundo una vez más; luego, le dio una espalda, y retornó sin titubeos a las sombras de su profundo agujero, para comenzar a soñar.


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