por
Philip K. Dick
Primero, antes de que empiece a aburriros con el tipo de cosas que dicen habitualmente en charlas los escritores de ciencia ficción, dejadme que os transmita saludos oficiales de Disneylandia. Me considero un portavoz de Disneylandia porque vivo apenas a unas millas de allí; y, por si eso no fuera suficiente, una vez tuve el honor de ser entrevistado ahí por Paris TV.
Durante varias semanas después de la entrevista, estuve realmente enfermo y confinado en la cama. Creo que fueron las tazas de té que giraban. Elizabeth Antebi, que era la productora de la película, quería tenerme girando en una de esas tazas de té gigantes mientras discutía el alza del fascismo con Norman Spinrad... un viejo amigo mío que escribe una ciencia ficción excelente. También discutimos Watergate, pero eso lo hicimos en la cubierta de la nave pirata del Capitán Garfio. Niños pequeños con sombreros de Mickey Mouse -esos sombreros negros con las orejas- seguían corriendo y dándose contra nosotros mientras las cámaras zumbaban, y Elizabeth hizo preguntas inesperadas. Norman y yo, preocupados del zarandeo de los niños, dijimos algunas cosas extraordinariamente estúpidas aquel día. Hoy, sin embargo, tendré que aceptar toda la culpa por lo que os cuente, ya que ninguno de vosotros lleva sombreros de Mickey Mouse ni intenta trepar sobre mí con la idea de que soy parte del mobiliario de una nave pirata.
Los escritores de ciencia ficción, siento decirlo, realmente no saben nada. No podemos hablar sobre ciencia, porque nuestro conocimiento de ella es limitado y no oficial, y habitualmente nuestra ficción es espantosa. Hace algunos años, ningún instituto o universidad habría considerado jamás invitar a hablar a uno de nosotros. Eramos confinados misericordiosamente a revistas underground, sin impresionar a nadie. Aquellos días, los amigos me dirían, "¿pero estás escribiendo algo serio?", queriendo decir, "¿estás escribiendo algo que no sea ciencia ficción?". Anhelábamos ser aceptados, que nos hicieran caso. Entonces, de repente, el mundo académico se fijó en nosotros, fuimos invitados a dar charlas y aparecer en jurados, e inmediatamente parecimos idiotas. El problema es este, sencillamente; ¿de qué sabe un escritor de ciencia ficción? ¿En qué tema es una autoridad?
Me recuerda a un titular que apareció en un periódico de California justo antes de que volara allí. LOS CIENTÍFICOS DICEN QUE NO PUEDE HACERSE QUE LOS RATONES PAREZCAN SERES HUMANOS. Fue un programa de investigación fundado por el estado, supongo. Piensa que: hay alguien en este mundo que es una autoridad en el tema de si se puede o no poner a los ratones zapatos, sombreros hongos, camisetas a rayas y pantalones Dacron, y que pasen por humanos.
Bueno, os contaré lo que me interesa, lo que considero importante. No puedo decir que sea una autoridad en nada, pero puedo decir honestamente que determinados temas me fascinan, y que escribo sobre ellos todo el tiempo. Los dos temas básicos que me fascinan son "¿Qué es la realidad?" y "¿Qué constituye el auténtico ser humano?". Durante los veintisiete años en los que he publicado novelas e historias he investigado estos dos temas interrelacionados una y otra vez. Los considero temas importantes. ¿Qué somos? ¿Qué es esto que nos rodea, lo que llamamos no-yo, o el mundo empírico o fenoménico?
En 1951, cuando vendí mi primera historia, no tenía idea de que cuestiones tan fundamentales pudieran perseguirse en el campo de la ciencia ficción. Empecé a hacerlo inconscientemente. Mi primera historia tenía que ver con un perro que imaginaba que el hombre que recogía cada Viernes la basura estaba robando la valiosa comida que la familia había guardado cuidadosamente en un contenedor seguro de metal. Cada día, los miembros de la familia sacaban bolsas de buena comida madura, las metían en el contenedor de metal, aseguraban que la tapa estuviera bien cerrada, y cuando el contenedor estaba lleno, estas criaturas de aspecto horrible venían y lo robaban todo menos el contenedor.
Finalmente, en la historia, el perro empieza a imaginar que algún día los hombres que recogen la basura se comerían a la gente de la casa, además de comerse su comida. Y claro, el perro está equivocado sobre esto, todos sabemos que no se comen a la gente. Pero la extrapolación del perro en cierto sentido era lógica, dados los hechos de que disponía. La historia era sobre un perro real, que observaba y con el que intentaba meterme en su cabeza e imaginar como veía el mundo. Ciertamente, decidí, ese perro ve el mundo de una forma bastante diferente a como yo o cualquier humano lo hace. Y entonces empecé a pensar, quizá cada humano vive en un mundo único, privado, un mundo distinto de aquellos que experimentan y habitan el resto de los humanos. Y esto me llevó a preguntarme, si la realidad difiere de persona a persona, ¿podemos hablar de una realidad en singular, o no deberíamos realmente estar hablando de realidades plurales? Y si hay realidades plurales, ¿son algunas más ciertas (más reales) que otras? ¿Y el mundo de un esquizofrénico? Quizá, es tan real como el nuestro. Quizá no podemos decir que estamos en contacto con la realidad y que él no, sino que deberíamos decir que su realidad es tan diferente de la nuestra que no puede explicárnosla, y que no podemos explicarle nosotros la nuestra. El problema, entonces, es que si los mundos subjetivos se perciben de formas demasiado distintas, ahí ocurre una ruptura en la comunicación,... y allí está la verdadera enfermedad.
Una vez escribí una historia sobre un hombre que era herido y le llevaban a un hospital. Cuando empezaron a hacerle cirugía, descubrieron que era un androide, no un humano, pero que no lo sabía. Tuvieron que contarle las noticias. Casi inmediatamente, el señor Garson Poole descubrió que su realidad consistía en una cinta con agujeros que pasaba de carrete a carrete en su pecho. Fascinado, empezó a llenar algunos de los agujeros y a añadir otros. Inmediatamente, su mundo cambió. Una bandada de patos voló a través de la habitación cuando pinchó un nuevo agujero en la cinta. Finalmente cortó la cinta por completo, con lo que el mundo desapareció. Sin embargo, también desapareció para el resto de los personajes de la historia... lo que no tiene sentido, si lo piensas. A no ser que los otros personajes fueran figmentos de su fantasía de cinta agujereada. Que es lo que imagino que eran.
Siempre fue mi esperanza, al escribir novelas e historias que hacían la pregunta "¿qué es la realidad?", encontrar una respuesta algún día. Esta era la esperanza, también, de la mayor parte de mis lectores. Los años pasaron. Escribí cerca de treinta novelas y unas cien historias, y todavía no había podido averiguar qué era real. Un día una estudiante de instituto en Canadá me pidió que definiera qué era realidad, para un trabajo que estaba escribiendo en clase de filosofía. Quería una respuesta en una frase. Pensé sobre ello y dije finalmente, "Realidad es eso que, cuando dejas de creer en ello, no desaparece". Eso es todo lo que se me ocurrió. Eso fue en 1972. Desde entonces no he sido capaz de definir realidad con más lucidez.
Pero el problema es real, no es sólo un juego intelectual. Porque hoy vivimos en una sociedad donde los medios de comunicación fabrican realidades espúreas; los gobiernos, las grandes corporaciones, los grupos religiosos, políticos,... y existen los medios electrónicos para llevar estos pseudo-mundos durectamente en las cabezas de quienes lo leen, lo ven, lo escuchan. A veces cuando veo a mi hija de once años viendo la TV, me pregunto qué le está enseñando. O el momento equivocado, consideremos esto; un programa de TV producido para adultos es visto por un niño pequeño. Probablemente la mitad de lo que se dice es malinterpretado por el niño. Quizá todo. Y la cuestión es, ¿cuán auténtica es la información en todo caso, incluso si el niño la entiende correctamente? ¿Cuál es la relación entre la situación de comedia televisiva estándar y la realidad? ¿Y los programas sobre policías? Los coches están perdiendo el control continuamente, chocándose y ardiendo. La policía siempre es buena, y siempre gana. No ignoréis esto; la policía siempre gana. Menuda lección es esa. No debes luchar contra la autoridad, e incluso si lo haces, perderás. El mensaje aquí es, Sé pasivo, y Coopera. Si el Oficial Baretta te pide información, dásela, porque el Oficial Baretta es un buen hombre y hay que confiar en él. Te ama, y tú deberías hacer lo mismo.
Así que pregunto en lo que escribo, ¿qué es real? Porque se nos bombardea incesantemente con pseudo-realidades fabricadas por gente muy sofisticada que utiliza mecanismos electrónicos muy sofisticados. No desconfío de sus motivos; desconfío de su poder. Tienen mucho de eso. Y es un poder asombroso: el de crear universos enteros, universos de la mente. Debería saberlo. Yo hago lo mismo. Mi trabajo es crear universos, como la base de una novela tras otra. Y tengo que construirlos de una forma en que no se caigan dos días más tarde. O al menos eso es lo que esperan mis editores. Sin embargo, os contaré un secreto: me gusta construir universos que se derrumban. Me gusta verlos desestructurarse, y me gusta ver cómo los personajes en las novelas se manejan con este problema. Tengo un amor secreto al caos. Debería haber más de eso. No creáis -y soy absolutamente serio cuando digo esto-, no asumáis que el órden y la estabilidad son siempre buenos, en una sociedad o en el universo. Lo viejo, lo osificado, debe dejar paso siempre a vida nueva y al nacimiento de cosas nuevas. Antes de que las cosas nuevas nazcan las viejas han de perecer. Esto es una comprensión peligrosa, porque nos dice que eventualmente debemos separarnos de mucho de lo que nos es familiar. Y eso duele. Pero es parte del guión de la vida. A no ser que podamos acomodar psicológicamente el cambio, nosotros mismos empezamos a morir, hacia dentro. Lo que estoy diciendo es que los objetos, costumbres, hábitos y formas de vida han de perecer para que el ser humano auténtico pueda vivir. Y es el ser humano auténtico el que más importa, el organismo viable, elástico, que puede rebotar de vuelta, absorber, y manejarse con lo nuevo.
Por supuesto, digo esto porque vivo cerca de Disneylandia, y siempre están añadiendo nuevas atracciones y destruyendo las viejas. Disneylandia es un organismo que evoluciona. Durante años tuvieron el Simulacro Lincoln, que como Lincoln, fue sólo una forma temporal que tomaron materia y energía y que acabaron por desaparecer. Lo mismo es cierto de cada uno de nosotros, nos guste o no.
El filósofo griego pre-socrático Parménides enseñó que las únicas cosas que son reales son aquellas que nunca cambian,... y el filósofo griego pre-socrático Heráclito enseñó que todo cambia. Si solapas los dos puntos de vista, obtienes este resultado: Nada es real. Hay un paso siguiente fascinante a esta línea de pensamiento: Parménides nunca podría haber existido, porque se hizo viejo y murió y desapareció, con lo que, de acuerdo con su propia filosofía, nunca existió. Y Heráclito podría haber tenido razón -no olvidemos esto; así que si Heráclito tenía razón, entonces Parménides existió, y por tanto, según la filosofía de Heráclito, quizá Parménides tenía razón, ya que Parménides cumplía las condiciones, los criterios, por los que Heráclito juzgaba reales las cosas.
Ofrezco esto meramente para mostrar que en cuanto empiezas a preguntar qué es definitivamente real, te pones a decir cosas sin sentido. Zenón provó que el movimiento era imposible (bueno, sólo imaginó que lo había hecho; lo que le faltaba era lo que se llama técnicamente la "teoría de límites"). David Hume, el mayor escéptico de todos, una vez destacó que tras una reunión de escépticos reunidos para proclamar la veracidad del escepticismo como filosofía, se dio el hecho extraño de que todos los miembros de la reunión se fueron por la puerta en lugar de por la ventana. Veo el sentido de lo que cuenta Hume; era todo cháchara. Los solemnes filósofos no estaban tomándose en serio lo que decían.
Pero considero que la cuestión de definir lo que es real, esto es un tema serio, incluso vital. Y ahí en algún lugar hay otro tema, la definición de la auténtica humanidad. Debido al bombardeo de pseudo-realidades, se producen rápidamente humanos no-auténticos, espúreos; tan falsos como los datos presionándoles desde todos los frentes. Mis dos temas son realmente uno sólo; se unen en este punto. Las falsas realidades crearán falsos humanos. O, los falsos humanos generarán realidades falsas, y entonces las traficarán con otros humanos falsos. Es sencillamente una versión muy larga de Disneylandia. Puedes tener el Paseo Pirata o el Simulacro Lincoln o el Paseo Salvaje de Mr.Toad, puedes tenerlos todos, pero ninguno es cierto.
Al escribir me interesé tanto por las falsificaciones que finalmente llegué al concepto de los falsos falsos. Por ejemplo, en Disneylandia hay pájaros falsos accionados por motores eléctricos que emiten graznidos y chillidos cuando pasas. Supongamos que alguna noche nos coláramos en el parque y con pájaros reales y sustituyésemos los artificiales. Imaginad el horror que sentirían los dueños cuando descubrieran la cruel broma. ¡Pájaros de verdad! Y quizá algún día incluso hipopótamos y leones reales. Consternación. El parque siendo transmutado astutamente por fuerzas siniestras de lo irreal a lo real. Por ejemplo supongamos, ¿y si el Matterhorn se convirtiera en una montaña genuina cubierta de nieve? ¿Y si el lugar entero, por un milagro del poder y sabiduría de Dios, fuera cambiado en un momento, con el guiño de un ojo, en algo incorruptible? Tendrían que cerrar.
En el Timeo de Platón, Dios no crea el universo, como lo hace el Dios Cristiano; simplemente se lo encuentra un día. Está en un estado de caos total. Dios se pone a trabajar para transformar el caos en órden. Esa idea me atrae, y la he adaptado a mis necesidades intelectuales: ¿y si nuestro universo empezó siendo poco real, una especie de ilusión como enseña la religión hindú, y Dios, por amor y amabilidad hacia nosotros, lo estuviera transmutando lenta y secretamente en algo real?
No seríamos conscientes de esta transformación, ya que no eramos conscientes en primer lugar de que nuestro mundo fuera una ilusión. Esto es técnicamente una idea gnóstica. El gnosticismo es una religión que abrazaron judíos, cristianos y paganos, durante varios siglos. He sido acusado de mantener ideas gnósticas. Supongo que lo hago. En determinado momento me habrían quemado. Pero algunas de sus ideas me intrigan. Una vez, cuando estaba investigando el gnosticismo en la Enciclopedia Británica, me encontré con una mención de un codex gnóstico llamado El Dios Irreal y los Aspectos de su Universo No Existente, una idea que me redujo a una risa desesperada. ¿Qué tipo de persona escribiría sobre algo que sabe que no existe, y cómo puede algo que no existe tener aspectos? Pero entonces me di cuenta de que había estado escribiendo sobre estas cuestiones durante veinticinco años. Supongo que se puede decir mucho cuando escribes sobre un tema que no existe. Un amigo mío publicó una vez un libro llamado Serpientes de Hawai. Varias librerías le escribieron pidiendo copias. Bueno, no hay serpientes en Hawai. Todas las páginas de su libro estaban en blanco.
Por supuesto, en la ciencia ficción no hay pretensiones de que los mundos descritos sean reales. Por eso lo llamamos ficción. Se le advierte al lector por adelantado que no crea en lo que va a leer. Del mismo modo, los visitantes de Disneylandia entienden que Mr.Toad no existe realmente y que los piratas se mueven gracias a motores y mecanismos servo-asistidos, relés, y circuitos electrónicos. Con lo que no hay ningún engaño.
Y aun así lo extraño es, que de alguna forma, de alguna forma real, mucho de lo que aparece bajo el título "ciencia ficción" es real. Puede no ser literalmente cierto, supongo. Nunca hemos sido realmente invadidos por criaturas de otro sistema solar, como se describía en Encuentros en la Tercera Fase. Los productores de esa película nunca pretendieron que lo creyéramos. ¿O sí?
Y más importante, si hubieran intentado afirmar esto, ¿sería realmente verdad?. Esa es la cuestión, no si el autor o el productor lo creen, sino, ¿es verdad?. Porque, por un accidente, mientras persigue una buena historia, un escritor de ciencia ficción o un productor o un escritor de guiones podría dar con la verdad,... y darse cuenta más tarde.
La herramienta más básica para la manipulación de la realidad es la manipulación de las palabras. Si puedes controlar el significado de las palabras, puedes controlar a la gente que debe usar las palabras. George Orwell lo dejó claro en su novela 1984. Pero otra forma de controlar las mentes de la gente es controlar sus percepciones. Si puedes hacer que vean el mundo como lo haces, pensarán como piensas. La comprensión sigue a la percepción. ¿Cómo haces que vean la realidad que ves? Después de todo, es sólo una realidad entre muchas. Las imagenes son un constituyente básico; por esto es por lo que el poder de la TV para influir las mentes jóvenes es tan brutalmente vasto. Palabras e imágenes son sincronizados. La posibilidad del control total del espectador existe, especialmente en el jóven. Ver la TV es una especie de aprendizaje en el sueño. Un electroencefalograma de una persona viendo shows televisivos muestra que tras una media hora el cerebro decide que no está pasando nada, y pasa a un estado de hipnosis emitiendo ondas alfa. Esto se debe a que hay muy poco movimiento ocular. Además, mucha de la información es gráfica, y por lo tanto pasa al hemisferio derecho del cerebro en lugar de ser procesado por el izquierdo, donde se encuentra la personalidad consciente. Experimentos recientes indican que mucho de lo que vemos en la pantalla de la TV es recibido de forma subliminal. Sólo imaginamos que vemos conscientemente lo que hay ahí. El grueso de los mensajes evitan nuestra atención; literalmente tras unas horas de ver la TV, no sabemos qué hemos visto. Nuestros recuerdos son espúreos, como los de los sueños; los huecos se llenan retrospectivamente. Y se falsifican. Hemos participado sin saberlo en la creación de una realidad espúrea, y nos hemos obligado a alimentarnos con ella. Hemos conspirado contra nosotros hacia nuestra propia condenación.
Y -digo esto como escritor profesional de ficción-, los productores, los que escriben guiones, y los directores que crean estos mundos de audio/video, no saben cuánto de su contenido es verdad. En otras palabras, son víctimas de su propio producto, junto con nosotros. Hablando por mí, no sé cuanto de lo que escribo es verdad, o qué partes (si alguna) es cierta. Esta es una situación potencialmente letal. Tenemos ficción imitando a la verdad, y verdad imitando ficción. Tenemos un solapamiento peligroso, una peligrosa zona borrosa. Y probablemente no es deliberado. De hecho, eso es parte del problema. No puedes legislar para que un autor etiquete correctamente su producto, como una lata de pudding cuyos ingredientes vienen listados en la etiqueta... no puedes hacerle declarar qué parte es verdad y qué parte no cuando él mismo lo ignora.
Es una experiencia espeluznante escribir algo en una novela, creyendo que es pura ficción, y aprender más tarde -quizá años después- que es cierto. Me gustaría daros un ejemplo. Es algo que no entiendo. Quizá podais darme una teoría. Yo no puedo.
En 1970 escribí una novela llamada "Fluyan mis lágrimas, dijo el policía". Uno de los personajes es una chica de diecinueve años llamada Kathy. El nombre de su marido es Jack. Kathy parece trabajar para el underground criminal, pero más tarde, según nos adentramos en la novela, descubrimos que está trabajando para la policía. Está teniendo una relación con un inspector de policía. El personaje es pura ficción. O al menos pienso que lo era.
En cualquier caso, el día de Navidad de 1970, conocía a una chica llamada Kathy -esto fue tras haber acabado la novela, se entiende-. Tenía diecinueve años. Su novio se llamaba Jack. Pronto aprendí que Kathy traficaba con drogas. Me pasé meses intentando hacer que dejara lo de traficar; la advertí una y otra vez que podrían cogerla. Entonces, un atardecer mientras entrábamos juntos a un restaurante, Kathy se detuvo en seco y dijo, "no puedo entrar". Sentado en el restaurante estaba un inspector de policía que conocía. "Tengo que decirte la verdad", dijo Kathy, "tengo una relación con él".
Ciertamente, se trata de raras coincidencias. Quizá tuviera precognición. Pero el mistero se vuelve aún más raro; la siguiente etapa me desconcierta totalmente. Lo ha hecho durante cuatro años.
En 1974 la novela fue publicada por Doubleday. Una tarde estaba hablando con mi sacerdote -soy episcopaliano-, y resultó que le mencioné una escena importante cerca del final de la novela en la que el personaje Felix Buckman conoce a un tipo negro en una gasolinera abierta 24 horas, y empiezan a hablar. A medida que describía en la escena en más y más detalle, mi sacerdote se puso progresivamente cada vez más agitado. Al fin dijo, "¡eso es una escena del Libro de Actos, de la Biblia! La persona que encuentra al hombre negro en el camino se llama Philip, como tú". El padre Rasch estaba tan afectado por la semblanza que no podía siquiera localizar la escena en la Biblia. "Lee los Actos", me instruyó, "y estarás de acuerdo. Es lo mismo hasta en detalles específicos".
Fui a casa y leí la escena en Actos. Sí, el Padre Rasch tenía razón; la escena en mi novela estaba narrando otra vez obviamente la escena en Actos... y nunca había leído los Actos, he de admitir. Pero de nuevo el puzzle se hizo más profundo. En Actos, el alto oficial romano que arresta e interroga a San Pablo se llama Felix, el mismo nombre que mi personaje. Y mi personaje Felix Buckman es un policía de alto rango; de hecho, en mi novela tiene el mismo papel que Felix en el Libro de Actos; la autoridad final. Hay una conversación en mi novela que se parece mucho a una conversación entre Félix y Pablo.
Bueno, decidí probar y ver otras semblanzas. El personaje principal de mi novela se llama Jason. Cogí un índice para la Biblia y miré a ver si alguien llamado Jason aparecía en algún lugar en la Biblia. No podía recordar ninguno. Bueno, un hombre llamado Jason aparece una vez (y sólo una) en la Biblia. Es en el Libro de Actos. Y, como si fuera una plaga con más coincidencias, en mi novela Jason está escapando de las autoridades y toma refugio en la casa de una persona, y en Actos el hombre llamado Jason da refugio a un fugitivo en su casa; una inversión exacta de la situación de mi novela, como si el Espíritu misterioso responsable de todo esto estuviera riéndose de algún modo de todo el asunto.
Felix, Jason, y el encuentro en el camino con el hombre negro que es un completo extraño. En Actos, el discípulo Philip bautiza al hombre negro, que después se marcha regocijado. En mi novela, Felix Buckman busca al hombre negro desconocido para obtener apoyo emocional, porque la hermana de Felix Buckman acaba de morir y él está derrumbándose psicológicamente. El hombre negro ayuda al estado de ánimo de Buckman, y aunque Buckman no se va regocijado, al menos sus lágrimas han dejado de caer. Ha estado volando a casa, llorando la muerte de su hermana, y tenía que estar con alguien, cualquiera, incluso un completo desconocido. Es un encuentro entre dos extraños en el camino que cambia la vida de uno de ellos; tanto en mi novela como en Actos. Y un último capricho del misterioso espíritu; el nombre Felix es la palabra latina para "Feliz". Lo cual no sabía hasta que escribí la novela.
Un estudio cuidadoso de mi novela muestra que por razones que no puedo siquiera empezar a explicar había reescrito varios de los incidentes básicos de un libro en particular de la Biblia, incluso con los nombres adecuados. ¿Cómo podría explicar esto? Fue hace cuatro años que descubrí esto. Durante cuatro años he intentado idear una teoría y no lo he conseguido. Dudo que alguna vez lo haga.
Pero el misterio no ha terminado aquí, como imaginé. Hace dos meses estaba andando al buzón para enviar una carta tarde, por la noche, también para disfrutar la vista de la Iglesia de Saint Joseph, que está en el lado opuesto a mi edificio de apartamentos. Vi un hombre merodeando sospechosamente cerca de un coche aparcado. Parecía que fuera a robar el coche, o algo de él; según volví del buzón, el hombre se escondió tras un árbol. En un impulso caminé hacia él y le pregunté, "¿sucede algo?"
"No tengo gasolina", dijo el hombre, "y no tengo dinero".
Increiblemente, porque nunca había hecho esto antes, saqué mi cartera, cogí todo el dinero de ella, y le di el dinero. Entonces me chocó la mano y me preguntó dónde vivía, para que pudiera devolvermelo más tarde. Regresé a mi apartamento, y entonces me di cuenta de que el dinero no le haría ningún bien, puesto que no habían gasolineras cerca. Así que volví, en mi coche. El hombre tenía una lata de gasolina en el maletero del coche, y juntos, condujimos mi coche hasta una gasolinera. Pronto estábamos ahí, dos extraños, mientras que el tipo de la gasolinera llenaba la lata. De pronto me di cuenta de que esta era la escena de mi novela, la novela que había escrito ocho años antes. La gasolinera era exáctamente como la que había vimaginado cuando escribí la escena; el tipo rellenando, la deslumbrante luz blanca,... y ahora vi algo que no había visto antes. El extraño al que ayudaba era negro.
Condujimos de vuelta a su coche con la gasolina, nos dimos la mano, y entonces volví a mi edificio de apartamentos. Nunca le vi otra vez. No podría haberme devuelto el dinero, porque no le había dicho cual de los muchos apartamentos era el mío o cuál era mi nombre. Estaba terriblemente agitado por esta experiencia. Había vivido literalmente una escena totalmente como había aparecido en mi novela. Lo que es decir, que había vivido una especie de réplica de la escena de Actos en la que Philip se encuentra al hombre negro en el camino.
¿Qué podría explicar todo esto?
La respuesta que se me ha ocurrido puede no ser correcta, pero es la única que tengo. Tiene que ver con el tiempo. Mi teoría es esta: en cierto sentido importante, el tiempo no es real. O quizá es real, pero no tal como lo experimentamos o imaginamos que es. Tenía la certitud aguda, irrefrenable (y aún la tengo) de que a pesar del cambio que vemos, un paisaje específico permanente subyace al mundo del cambio: y que este paisaje invisible que subyace es el de la Biblia; específicamente, es el periodo que sigue inmediatamente a la muerte y resurrección de Cristo; es, en otras palabras, el periodo de tiempo del Libro de Actos.
Parménides estaría orgulloso de mí. He mirado a un mundo en constante cambio y he declarado que bajo él se encuentra lo eterno, lo que no cambia, lo absolutamente real. ¿Pero cómo ha sucedido esto? Si el tiempo real es el 50 D.C., ¿por qué vemos el 1978 D.C.? Y si estamos viviendo realmente en el Imperio Romano, en algún lugar de Siria, ¿por qué vemos los Estados Unidos?
Durante la Edad Media surgió una teoría curiosa, que os presento ahora por lo que merece la pena. Es la teoría de que el Malvado -Satán- es el "Mono de Dios". Que crea imitaciones espúreas de la creación, de la auténtica creación de Dios, y entonces las interpola con la creación auténtica. ¿Ayuda esta teoría rara a explicar mi experiencia? ¿Hemos de creer que estamos confusos, engañados, que esto no es el año 1978 sino el 50... y Satán ha generado una realidad falsificada para atrofiar nuestra fé en el regreso de Cristo?
Puedo imaginarme siendo examinado por un psiquiatra. El psiquiatra dice, "¿qué año es?", y yo digo, "el 50 D.C.". El psiquiatra parpadea y entonces pregunta, "¿y dónde estás?", y repondo, "en Judea". "¿Dónde demonios está eso?", pregunta el psiquiatra. "Es parte del Imperio Romano", tendría que responder. "¿Sabes quién es el Presidente?", preguntaría el psiquiatra, y yo respondería, "El Procurador Felix". "¿Estás realmente seguro de esto?" preguntaría el psiquiatra, mientras que da una señal a escondidas a un par de funcionarios muy grandes. "Sí", respondería. "A no ser que Felix haya sido degradado y sustituído por el Procurador Festus. Es decir, San Pablo fue retenido por Felix para-". "¿Quién te contó todo esto?" rompería la conversación el psiquiatra irritado, y yo respondería, "El Espíritu Santo". Y después de eso estaría en una sala acolchada, mirando hacia fuera, y sabiendo sin ninguna duda cómo llegué aquí.
Todo en esa conversación sería cierto, en cierto sentido, aunque palpablemente no cierto en otro. Sé perfectamente que la fecha es 1978 y que el Presidente es Jimmy Carter y que vivo en Santa Ana, California, en los Estados Unidos. Incluso sé como ir desde mi apartamento a Disneylandia, un hecho que no parece que sea capaz de olvidar. Y seguro que no habían Disneylandias en los tiempos de San Pablo.
Así que, si me fuerzo a ser muy racional y razonable y todas esas cosas buenas, he de admitir que la existencia de Disneylandia (que sé que es real) prueba que no estamos viviendo en Judea en el 50 D.C. La idea de San Pablo dando vueltas en tazas de té gigantes mientras que componía Corintios, mientras que Paris TV le filma, eso sí que no puede ser. San Pablo nunca iría a Disneylandia. Sólo niños, turistas, y altos oficiales soviéticos, van alguna vez a Disneylandia. Los santos no.
Pero de alguna forma aquel material bíblico atrapó mi inconsciente y trepó hasta mi novela, e igualmente cierto, por alguna razón en 1978 reviví una escena que había descrito en 1970. Lo que quiero decir es esto: hay pruebas internas en al menos una de mis novelas de que otra realidad, que no cambia, exactamente como sospechaban Parménides y Platón, subyace el mundo visible fenoménico del cambio, y de alguna forma, quizá para sorpresa nuestra, podemos atravesar y llegar a ella. O algún espíritu misterioso puede ponernos en contacto con ella, si quiere que veamos este otro paisaje permanente. El tiempo pasa, miles de años pasan, pero en el mismo instante en que vemos este mundo contemporáneo, el mundo antigo, el mundo de la Biblia, se oculta tras él, aún ahí y aún real. Eternamente.
¿Debería arriesgarme y contar el resto de esta peculiar historia? Lo haré, habiendo llegado tan lejos ya. Mi novela "Fluyan mis lágrimas, dijo el policía" fue publicada por Doubleday en Febrero de 1974. La semana después de que fuera publicada, me quitaron dos muelas del juicio, y me dieron pentatol sódico. Más tarde ese día me encontré con un dolor intenso. Mi mujer telefoneó al dentista y llamó a una farmacia. Media hora después hubo una llamada en mi puerta; la persona que traía el paquete con la medicación. Aunque estaba sangrando y enfermo y débil, sentí la necesidad de responder a la llamada en la puerta yo mismo. Cuando abrí la puerta, me encontré frente a una mujer jóven -que llevaba un collar de oro brillante en el centro del cual había un reluciente pez dorado. Por alguna razón fui hipnotizado por el pez dorado, olvidé mi dolor y la medicación, olvidé que la chica estaba ahí. Me quedé mirando al símbolo del pez.
"¿Qué significa eso"?, le pregunté.
La chica tocó el pez dorado brillante con su mano y dijo, "esto es un símbolo llevado por los primeros cristianos". Entonces me dio el paquete con la medicación.
En ese instante, mientras miraba el signo del pez y oía sus palabras, de pronto experimenté lo que después entendí como anamnesis, la palabra griega que significa literalmente "pérdida de olvido". Recordé quién era y dónde estaba. En un instante, en el guiño de un ojo, todo regresó a mí. Y no sólo podía recordarlo sino verlo. La chica era una cristiana secreta, y yo también lo era. Vivíamos con miedo a ser detectados por los Romanos. Teníamos que comunicarnos con señales crípticas. Ella me acababa de decir todo esto, y era cierto.
Durante un breve espacio de tiempo, por difícil que sea de creer o explicar, ví la imagen de los contornos como una negra prisión de la odiosa Roma. Pero, mucho más importante, recordé a Jesús, que había estado recientemente con nosotros, y se había ido temporalmente, y volvería muy pronto. Mi emoción era gozo. Estábamos preparando secretamente su recibimiento de vuelta. No sería mucho. Y los romanos no lo sabían. Pensaron que él estaba muerto, muerto para siempre. Ese era nuestro gran secreto, nuestro gozoso conocimiento. A pesar de las apariencias, Cristo iba a regresar, y nuestro disfrute y anticipación no tenían fronteras.
¿No es raro que este extraño evento, esta recuperación de un recuerdo perdido, ocurriera sólo una semana después de que se publicara "Fluyan mis Lágrimas"? ¿Y no es Fluyan mis Lágrimas lo que contiene la réplica de la gente y los eventos del Libro de Actos, que se localiza en el preciso momento en el tiempo -justo tras la muerte y resurrección de Jesús- que había recordado, a través del símbolo del pez dorado, justo lo que acababa de suceder?
Si fueras yo, y esto te hubiera pasado, estoy seguro de que no habrías podido dejarlo estar. Buscarías alguna teoría que pudiera dar cuenta de ello. Durante cuatro años ahora, he estado intentando una teoría tras otra: tiempo circular, tiempo congelado, tiempo sin tiempo, lo que se denomina tiempo "sagrado" respecto al "mundano"... no puedo contar las teorías que he intentado. Una constante ha prevalecido, sin embargo, a través de todas las teorías. Debe de haber algún misterioso Espíritu Santo que tiene una relación exacta e íntima con Cristo, que puede habitar las mentes humanas, guiarlas e informarlas, e incluso expresarse a través de esos humanos, incluso sin que sean conscientes de ello.
En la escritura de Fluyan Mis Lágrimas, en 1970, hubo un suceso inusual que me di cuenta en aquel momento de que no era normal, no era una parte del proceso normal de escribir. Tuve un sueño una noche, un sueño especialmente vívido. Y entonces me levanté y me encontré bajo la compulsión -la necesidad absoluta- de plasmar el sueño en el texto de la novela tal y como lo había soñado. Para trasladar el sueño de forma correcta, tuve que hacer once borradores de la parte final del manuscrito, hasta que estuve satisfecho.
Citaré ahora la novela, tal y como apareció al final en su forma publicada. Mirad a ver si este sueño os recuerda a algo.
El campo, marrón y seco, en verano, donde había vivido de niño. Cabalgaba un caballo, y acercándose a su izquierda un pelotón de caballos aproximandose lentamente. En los caballos cabalgaban hombres con togas brillantes, cada una de un color distinto; cada uno llevaba un casco acabado en pico que centelleaba con la luz del Sol. Los caballeros lentos y solemnes le adelantaron, y mientras viajaban se fijó en el rostro de uno; un antiguo rostro de mármol, un hombre terriblemente viejo con cascadas ondeadas de barba blanca. Cuán fuerte la nariz que tenía. Qué nobles rasgos. Tan cansado, tan serio, tan más allá de los hombres normales. Evidentemente era un rey.
Felix Buckman le dejó pasar; no les habló, ni ellos lo hicieron con él. Juntos, todos se movieron hacia la casa de la que él había venido. Un hombre se había encerrado dentro de la casa, un hombre sólo, Jason Taverner, en el silencio y la oscuridad, sin ventanas, por sí mismo desde ahora hasta la eternidad. Y entonces escuchó de detrás de él un sólo chillido espantoso. Habían matado a Taverner; y viéndoles entrar, sintiéndolos en las sobras alrededos suyo, sabiendo lo que pretendían hacer con él, Taverner había chillado.
Felix Buckman sintió una desolada pena total y absoluta. Pero en el sueño no regresó ni miró hacia atrás. No se podía hacer nada. Nadie podría haber detenido la pandilla de los hombres de togas multicolor; no se les podría haber convencido. En cualquier caso, había acabado. Taverner estaba muerto.
Este pasaje probablemente no os sugiera nada en particular, excepto por una pandilla que juzga y aplica la ley sobre alguien bien culpable o bien considerado clpable. No está claro si de hecho Taverner ha cometido algún crimen o si meramente se cree que lo ha hecho. Tengo la impresión de que era culpable, pero era una tragedia que tuviera que ser asesinado, una tragedia terriblemente triste. En la novela, este sueño hace que Felix Buckman empiece a llorar, por lo que busca al hombre negro en la gasolinera 24 horas.
Meses después de que la novela fuera publicada, encontré la sección en la Biblia a la que se refiere este sueño. Es Daniel, 7:9:
"Se situaron en su lugar tronos y uno anciano en años tomó su sitio. Su toga era blanca como la nieve y el pelo de su cabeza como la lana más limpia. Su trono eran llamas de fuego, y sus ruedas llamaradas; un río fluía fuego frente a él. Miles le servían y multitudes atendían su presencia. La corte se sentó, y el libro fue abierto."
El hombre anciano de pelo blanco aparece de nuevo en Revelación, 1:13:
"Vi... uno como un hijo del hombre, con una toga hasta sus pues, con una faja dorada alrededor de su pecho. El pelo de su cabeza era blanco como lana nívea, y sus ojos en llamas eran como fuego; sus pies destellaban como latón pulido refinado en un horno, y su voz era como el sonido de los torrentes de agua."
Y entonces 1:17:
"Cuando le vi, caí a sus pies como si estuviera muerto. Pero puso su mano derecha sobre mí y dijo, "no temas. Soy el primero y el último, y soy el viviente, ya que estuve muerto y ahora estoy vivo eternamente, y llevo las llaves de la Muerte y de sus dominios. Escribe por tanto lo que has visto, lo que es ahora, y lo que será de ahora en adelante."
Y, como John de Patmos, escribí fielmente lo que vi y lo puse en mi novela. Y era cierto, aunque en el momento no sabía lo que quería decir esta descripción:
"... y mientras viajaban se fijó en el rostro de uno; un antiguo rostro de mármol, un hombre terriblemente viejo con cascadas ondeadas de barba blanca. Cuán fuerte la nariz que tenía. Qué nobles rasgos. Tan cansado, tan serio, tan más allá de los hombres normales. Evidentemente era un rey."
De hecho era un rey. Es Cristo regresado, para juzgar. Y esto es lo que hace en mi novela, juzgar al hombre encerrado en oscuridad. El hombre encerrado en oscuridad debe ser el Príncipe del Mal, la Fuerza de la Oscuridad. Llámalo como quieras, su hora había llegado. Estaba juzgado y condenado. Felix Buckman podía lamentarse ante la tristeza de ello, pero sabía que el veredicto no podía disputarse. Así que continuó cabalgando, sin darse la vuelta ni mirar atrás, oyendo tan sólo el chillido del miedo y la derrota: el llanto del mal destruído.
Así que mi novela contenía material de otras partes de la Biblia, así como de secciones de los Actos. Descifrada, mi novela cuenta una historia bastante distinta de la superficial (que no necesitamos discutir aquí). La historia real es sencillamente esta: el regreso de Cristo, ahora rey en lugar de sirviente que sufre. Juez en lugar de víctima de un juicio injusto. Todo al revés. El núcleo del mensaje de mi novela, sin saberlo yo, era una advertencia a los poderosos: pronto seréis juzgados y condenados. ¿A quién me refería específicamente? Bueno, no puedo decir realmente; o quizá es que preferiría no hacerlo. No tengo certeza alguna, sólo una intuición. Y eso no es suficiente para continuar, así que me guardaré mis pensamientos. Pero podríais preguntaros qué eventos políticos sucedieron en este país entre febrero y agosto de 1974. Quién fue juzgado y condenado, y cayó como una estrella fugaz hacia la ruina y la desgracia. El hombre más poderoso del mundo. Y me apena él ahora como cuando lo soñé en aquel sueño. "Aquel pobre hombre", le dije una vez a mi mujer, con lágrimas en los ojos. "Encerrado en la oscuridad, tocando el piano en la noche para sí mismo, sólo y asustado, sabiendo lo que está por venir". Por el amor de Dios, perdonemosle al final. Pero lo que se le hizo a él y a todos sus hombres -"los hombres del Presidente" como se suele decir- debía hacerse. Pero se acabó, y debería dejarsele ver la luz del sol otra vez; ninguna criatura o persona debería ser encerrada por siempre en la oscuridad, con el miedo. No es humano.
Precisamente mientras la Corte Suprema estaba decidiendo que las grabaciones de Nixon debían llevarse al fiscal especial, estaba comiendo en un restaurante chino en Yorba Linda, el pueblo de California en el que Nixon fue al colegio; donde creció, donde trabajó en un supermercado, donde hay un parque que lleva su nombre, y por supuesto la casa Nixon, simples listones de madera y todo eso. En mi galleta de la suerte, el papel decía lo siguiente:
LOS ACTOS HECHOS EN SECRETO TIENEN
UN CAMINO PARA SER AVERIGUADOS
Envié por correo el papel a la Casablanca, mencionando que el restaurante chino estaba localizado en un radio de una milla respecto a la casa original de Nixon, y dije, "creo que ha habido un error; por accidente he recibido la galleta de la suerte del señor Nixon. ¿Tiene él la mía?". La Casablanca no respondió.
Bueno, como dije antes, el autor de un trabajo de supuesta ficción podría escribir la verdad sin saberlo. Citando a Jenófanes, otro presocrático, "Incluso si un hombre tuviera la oportunidad de hablar la verdad más completa, él no la conoce; todas las cosas están envueltas en apariencias" (fragemento 34). Y Heráclito añadió a esta: "La naturaleza de las cosas es el hábito de ocultarse" (fragmento 54). W.S.Gilbert, de Gilbert y Sullivan, lo proponía así: "Las cosas rara vez son lo que parecen; mascaradas de leche desnatada como crema". Lo importante de todo esto es que no podemos confiar en nuestros sentidos y probablemente siquiera nuestro razonamiento a priori. Respecto a nuestros sentidos, entiendo que la gente que hubiera sido ciega desde el nacimiento y obtuviese de repente vista quedase asombrada de descubrir que los objetos parecen ser más y más pequeños a medida que se alejan. Logicamente, no hay razón para esto. Nosotros, por supuesto, hemos aprendido a aceptar esto, porque nos hemos acostumbrado. Vemos los objetos haciendose más pequeños, pero sabemos que en realidad siguen siendo del mismo tamaño. Así que incluso la persona en su realidad pragmática del día a día usa una cierta magnitud del proceso de descartar cosas de lo que sus ojos y oídos le cuentan.
Poco de los que escribió Heráclito ha sobrevivido, y lo que tenemos es oscuro, pero el Fragmento 54 es lúcido e importante: "La estructura latente es maestra de la estructura obvia". Esto significa que Heráclito creía que había un velo sobre el paisaje real. También podría haber sospechado que el tiempo de alguna forma no fuera lo que parece, ya que en el Fragmento 52 dijo: "El tiempo es un niño que juega damas: de un niño es el reino". Esto es desde luego críptico. Pero también dijo, en Fragmento 18: "Si uno no lo espera, uno no hallará lo inesperado, dado que es inhallable y ningun camino nos puede llevar a ello". Edward Hussey, en su erudito libro Los Presocráticos, dice:
"Si Heráclito es tan insistente sobre la falta de entendimiento mostrado por la mayor parte de los hombres, parecería razonable que ofreciera instrucciones más profundas para penetrar en la verdad. La cháchara de acertijos sugiere que algún tipo de revelación, más allá del control humano, es necesaria... la verdadera sabiduría, como se ha podido ver, está cercanamente asociada con dios, lo cual insiste en la sugerencia de que para el avance de la sabiduría un hombre se convierte como, o una parte de, dios.
Esta cita no es de un libro religioso o de teología; se trata de un análisis de los filósofos más tempranos por parte de un profesor de Filosofía Antigua en la Universidad de Oxford. Hussey aclara que para estos filósofos tempranos no había distinción entre filosofía y religión. El primer salto cuántico en la teología griega fue por Jenófanes de Cólofon, nacido a mitad del siglo VI antes de cristo. Jenófanes, sin recurrir a autoridad alguna excepto la de su propia mente, dice:
Hay un dios, de ninguna manera como criaturas mortales en forma corpórea o en el pensamiento de sus mentes. El todo de él ve, piensa, escucha. Siempre se mantiene sin movimiento en el mismo lugar; no es adecuado que debiera moverse ahora de esta forma, luego de esa otra.
Este es un concepto sutil y avanzado de Dios, evidentemente sin precedente entre los pensadores griegos. "Los argumentos de Parménides parecen mostrar que toda realidad ha de ser de hecho una mente", escribe Hussey, "o un objeto del pensamiento en una mente". Específicamente respecto a Heráclito, dice, "En Heráclito es difícil decir hasta qué punto los designios en una mente divina se distinguen de su ejecución en el mundo, o de hecho hasta qué punto la mente de Dios se distingue del mundo". En siguiente salto de Anaxágoras siempre me ha fascinado. "Anaxágoras fue llevado a una teoría de la microestructura de la materia que la constituía, hasta cierto punto misteriosa a la razón humana". Anaxágoras creía que todo era determinado por la Mente. Estos no eran pensadores infantiles ni primitivos. Debatían asuntos serios y estudiaban el uno los puntos de vista del otro con hábil intuición. No fue hasta el momento de Aristóteles que sus puntos de vista se redujeron a lo que podemos clasificar nítidamente -aunque erróneamente- como primitivos. La suma de mucha teología y filosofía presocráticos puede afirmarse como sigue: el cosmos no es lo que parece ser, y lo que es probablemente en su nivel más profundo, es exactamente lo que el ser humano es en su nivel más profundo; llámese mente o alma, es algo unitario que vive y piensa, y que sólo en apariencia es plural y material. En buena parte, este punto de vista nos llega a través de la doctrina del Logos respecto a Cristo. El Logos era a la vez aquello que pensaba, y la cosa que pensaba: pensamiento y pensador juntos. El universo, entonces, es pensador y pensado, y dado que somos parte de él, al final en el análisis, siendo humanos somos pensamientos y pensadores de estos pensamientos.
Así, si Dios piensa sobre Roma en torno al 50 D.C, entonces Roma cerca del 50 D.C. es. El universo no es un reloj de cuerda y Dios la mano que le da cuerda. No es un reloj a pilas con Dios como batería. Spinoza creía que el universo es el cuerpo de Dios extensivo en el espacio. Pero bastante antes de Spinoza -dos mil años antes-, Jenófanes había dicho, "sin esfuerzo, él empuña todas las cosas por el pensamiento de su mente" (Fragmento 25)
Si alguno habéis leído mi novela Ubik, sabéis que la misteriosa entidad o mente o fuerza llamada Ubik empieza como una serie de anuncios publicitarios baratos y vulgares, y acaba diciendo:
Soy Ubik. Antes del universo era yo. Hice los soles. Hice los mundos. Creé las vidas y los lugares que habitan; les muevo aquí, les pongo ahí. Marchan como digo, hacen como les digo. Soy la palabra y mi nombre nunca es pronunciado, el nombre que nadie conoce. Soy llamado Ubik pero ese no es mi nombre. Soy. Siempre seré.
Es obvio desde aquí quién y qué es Ubik; específicamente dice que es la palabra, lo que es decir, el Logos. En la traducción alemana, hubo uno de los lapsos más maravillosos respecto al entendimiento correcto que jamás he encontrado; Dios nos ayude si el hombre que tradujo mi novela Ubik al alemán hubiera tenido que traducir el Nuevo Testamento del griego koiné al alemán. Lo hizo todo bien hasta que llegó a la frase "soy la palabra". Eso le dejó perplejo. ¿Qué puede querer decir el autor con eso?, debió preguntarse a sí mismo, obviamente no habiéndose encontrado nunca con la doctrina del Logos. Así que hizo la mejor traducción que pudo. En la edición alemana, la Entidad Absoluta que hizo los soles, creó los mundos, creó las vidas y los lugares que habitan, dice de sí misma:
Soy la marca comercial (N. del T. en inglés "brand name", nombre-de-la-marca)
Si hubiera traducido el Evangelio según San Juan, supongo que habría salido algo así como:
Cuando todas las cosas comenzaron, ya era la marca comercial. La marca comercial habitaba con Dios, y lo que Dios era, la marca comercial era.
Podría parecer que no sólo traigo saludos de Disneylandia sino de Mortimer Snerd. Tal es el destino de un autor que tenía la esperanza de incluir temas teológicos en sus escritos. "La marca comercial, fue entonces con Dios al principio, y a través de él todas las cosas llegaron a ser; ni una sóla cosa fue creada sin él". Así que ahí quedan las nobles ambiciones. Esperamos que Dios tenga sentido del humor.
O debería decir, esperemos que la marca comercial tenga sentido del humor.
Como os conté antes, mis dos preocupaciones al escribir, son "¿Qué es la realidad?" y "¿Qué constituye el humano auténtico?". Estos seguro que podeis ver ya que no he sido capaz de responder a la primera pregunta. Tengo una permanente intuición de que de alguna forma el mundo de la Biblia fuera literalmente un paisaje real pero velado, nunca cambiante, oculto a nuestra vista, pero disponible para nosotros a través de la revelación. Eso es todo lo que soy capaz de idear; una mezcla entre experiencia mística, razonamiento, y fé. Me gustaría aun así decir algo acerca de las características del auténtico humano; en esta búsqueda he tenido alguna respuesta más plausible que con la otra.
El humano auténtico es aquel de nosotros que sabe instintivamente lo que no debería hacer y que por añadidura se pondrá obstáculos para hacerlo. Se negará a hacerlo, incluso si esto le trae pavorosas consecuencias a ella y a quienes ama. Esta, para mí, es la característica heróica definitiva de la gente normal; dicen que no al tirano y con calma asumen las consecuencias de su resistencia. Sus hazañas pueden ser pequeñas, y casi siempre pasan inadvertidas, sin recoger por la historia. Sus nombres no se recuerdan, ni esperaban estos humanos auténticos que sus nombres se recordasen. Veo su autenticidad de una extraña manera: no en su disposición para llevar a cabo grandes hazañas heróicas, sino en sus negativas silenciosas. En esencia, no pueden ser forzados a ser lo que no son.
El poder de las realidades espúreas que nos golpean hoy -estas falsedades fabricadas deliberadamente-, nunca penetran hasta el corazón de los verdaderos seres humanos. Veo a los niños viendo la televisión, y primero tengo miedo de lo que les están enseñando, y después me doy cuenta, de que no se les puede corromper o destruir. Observan, escuchan, entienden, y entonces, donde y cuando es necesario, rechazan. Hay algo enormemente poderoso en la capacidad de un niño para resistirse a lo fraudulento. Un niño tiene la visión más clara, la mano más firme. Los vendedores sin escrúpulos, los promotores, están intentando atraer la lealtad de esta gente pequeña en vano. Cierto, las compañías de cereales pueden ser capaces de colocar grandes cantidades de desayunos basura; las cadenas de hamburguesas y perritos calientes pueden vender cantidades sin fin de comida rápida irreal a los niños, pero el corazón profundo late con firmeza, ni alcanzado ni entendido. Un niño de hoy puede detectar una mentira más rápido que el adulto más sabio hace dos décadas. Cuando quiero saber qué es verdad, pregunto a mis hijos. No me preguntan a mí; recurro a ellos.
Un día mientras mi hijo Christopher, que tiene cuatro años, estaba jugando frente a mí y a su madre, los dos adultos empezamos a discutir la figura de Jesús en los Evangelios Sinópticos. Christopher se giró hacia nosotros durante un instante y dijo, "soy un pescador. Pesco pescados". Estaba jugando con un farol de metal que alguien me había dado, y que nunca había usado,... y de pronto me di cuenta de que la linterna tenía forma de pez. Me pregunto qué pensamientos estaban siendo situados en el alma de mi pequeño niño en ese momento; y no por mercantes de cereales o traficantes de caramelos. "Soy un pescador, pesco pescados". Christopher, a los cuatro años, había encontrado el símbolo que yo no hallé hasta que tenía cuarenta y cinco años.
El tiempo se acelera, ¿y con qué fin? Quizá se nos dijo hace dos mil años. O quizá no fue hace tanto; quizá es una falsa ilusión que haya pasado tanto tiempo. Quizá fue hace una semana, o fue hoy, temprano. Quizá el tiempo no sólo se esté acelerando; quizá, de paso, vaya a terminar.
Y si lo hace, las atracciones en Disneylandia no van a volver a ser lo mismo otra vez. Porque cuando acabe el tiempo, los pájaros y los hipopótamos, y los leones y los ciervos en Disneylandia ya no serán simulaciones, y por primera vez, cantará un pájaro de verdad.
Gracias.
Texto tomado de:
http://www.13t.org/decondicionamiento/forum/leemas.php?p=1799&t=417
Imagen tomada de:
http://www.geocities.com/area51/crater/4909/ucdick.jpg
Primero, antes de que empiece a aburriros con el tipo de cosas que dicen habitualmente en charlas los escritores de ciencia ficción, dejadme que os transmita saludos oficiales de Disneylandia. Me considero un portavoz de Disneylandia porque vivo apenas a unas millas de allí; y, por si eso no fuera suficiente, una vez tuve el honor de ser entrevistado ahí por Paris TV.
Durante varias semanas después de la entrevista, estuve realmente enfermo y confinado en la cama. Creo que fueron las tazas de té que giraban. Elizabeth Antebi, que era la productora de la película, quería tenerme girando en una de esas tazas de té gigantes mientras discutía el alza del fascismo con Norman Spinrad... un viejo amigo mío que escribe una ciencia ficción excelente. También discutimos Watergate, pero eso lo hicimos en la cubierta de la nave pirata del Capitán Garfio. Niños pequeños con sombreros de Mickey Mouse -esos sombreros negros con las orejas- seguían corriendo y dándose contra nosotros mientras las cámaras zumbaban, y Elizabeth hizo preguntas inesperadas. Norman y yo, preocupados del zarandeo de los niños, dijimos algunas cosas extraordinariamente estúpidas aquel día. Hoy, sin embargo, tendré que aceptar toda la culpa por lo que os cuente, ya que ninguno de vosotros lleva sombreros de Mickey Mouse ni intenta trepar sobre mí con la idea de que soy parte del mobiliario de una nave pirata.
Los escritores de ciencia ficción, siento decirlo, realmente no saben nada. No podemos hablar sobre ciencia, porque nuestro conocimiento de ella es limitado y no oficial, y habitualmente nuestra ficción es espantosa. Hace algunos años, ningún instituto o universidad habría considerado jamás invitar a hablar a uno de nosotros. Eramos confinados misericordiosamente a revistas underground, sin impresionar a nadie. Aquellos días, los amigos me dirían, "¿pero estás escribiendo algo serio?", queriendo decir, "¿estás escribiendo algo que no sea ciencia ficción?". Anhelábamos ser aceptados, que nos hicieran caso. Entonces, de repente, el mundo académico se fijó en nosotros, fuimos invitados a dar charlas y aparecer en jurados, e inmediatamente parecimos idiotas. El problema es este, sencillamente; ¿de qué sabe un escritor de ciencia ficción? ¿En qué tema es una autoridad?
Me recuerda a un titular que apareció en un periódico de California justo antes de que volara allí. LOS CIENTÍFICOS DICEN QUE NO PUEDE HACERSE QUE LOS RATONES PAREZCAN SERES HUMANOS. Fue un programa de investigación fundado por el estado, supongo. Piensa que: hay alguien en este mundo que es una autoridad en el tema de si se puede o no poner a los ratones zapatos, sombreros hongos, camisetas a rayas y pantalones Dacron, y que pasen por humanos.
Bueno, os contaré lo que me interesa, lo que considero importante. No puedo decir que sea una autoridad en nada, pero puedo decir honestamente que determinados temas me fascinan, y que escribo sobre ellos todo el tiempo. Los dos temas básicos que me fascinan son "¿Qué es la realidad?" y "¿Qué constituye el auténtico ser humano?". Durante los veintisiete años en los que he publicado novelas e historias he investigado estos dos temas interrelacionados una y otra vez. Los considero temas importantes. ¿Qué somos? ¿Qué es esto que nos rodea, lo que llamamos no-yo, o el mundo empírico o fenoménico?
En 1951, cuando vendí mi primera historia, no tenía idea de que cuestiones tan fundamentales pudieran perseguirse en el campo de la ciencia ficción. Empecé a hacerlo inconscientemente. Mi primera historia tenía que ver con un perro que imaginaba que el hombre que recogía cada Viernes la basura estaba robando la valiosa comida que la familia había guardado cuidadosamente en un contenedor seguro de metal. Cada día, los miembros de la familia sacaban bolsas de buena comida madura, las metían en el contenedor de metal, aseguraban que la tapa estuviera bien cerrada, y cuando el contenedor estaba lleno, estas criaturas de aspecto horrible venían y lo robaban todo menos el contenedor.
Finalmente, en la historia, el perro empieza a imaginar que algún día los hombres que recogen la basura se comerían a la gente de la casa, además de comerse su comida. Y claro, el perro está equivocado sobre esto, todos sabemos que no se comen a la gente. Pero la extrapolación del perro en cierto sentido era lógica, dados los hechos de que disponía. La historia era sobre un perro real, que observaba y con el que intentaba meterme en su cabeza e imaginar como veía el mundo. Ciertamente, decidí, ese perro ve el mundo de una forma bastante diferente a como yo o cualquier humano lo hace. Y entonces empecé a pensar, quizá cada humano vive en un mundo único, privado, un mundo distinto de aquellos que experimentan y habitan el resto de los humanos. Y esto me llevó a preguntarme, si la realidad difiere de persona a persona, ¿podemos hablar de una realidad en singular, o no deberíamos realmente estar hablando de realidades plurales? Y si hay realidades plurales, ¿son algunas más ciertas (más reales) que otras? ¿Y el mundo de un esquizofrénico? Quizá, es tan real como el nuestro. Quizá no podemos decir que estamos en contacto con la realidad y que él no, sino que deberíamos decir que su realidad es tan diferente de la nuestra que no puede explicárnosla, y que no podemos explicarle nosotros la nuestra. El problema, entonces, es que si los mundos subjetivos se perciben de formas demasiado distintas, ahí ocurre una ruptura en la comunicación,... y allí está la verdadera enfermedad.
Una vez escribí una historia sobre un hombre que era herido y le llevaban a un hospital. Cuando empezaron a hacerle cirugía, descubrieron que era un androide, no un humano, pero que no lo sabía. Tuvieron que contarle las noticias. Casi inmediatamente, el señor Garson Poole descubrió que su realidad consistía en una cinta con agujeros que pasaba de carrete a carrete en su pecho. Fascinado, empezó a llenar algunos de los agujeros y a añadir otros. Inmediatamente, su mundo cambió. Una bandada de patos voló a través de la habitación cuando pinchó un nuevo agujero en la cinta. Finalmente cortó la cinta por completo, con lo que el mundo desapareció. Sin embargo, también desapareció para el resto de los personajes de la historia... lo que no tiene sentido, si lo piensas. A no ser que los otros personajes fueran figmentos de su fantasía de cinta agujereada. Que es lo que imagino que eran.
Siempre fue mi esperanza, al escribir novelas e historias que hacían la pregunta "¿qué es la realidad?", encontrar una respuesta algún día. Esta era la esperanza, también, de la mayor parte de mis lectores. Los años pasaron. Escribí cerca de treinta novelas y unas cien historias, y todavía no había podido averiguar qué era real. Un día una estudiante de instituto en Canadá me pidió que definiera qué era realidad, para un trabajo que estaba escribiendo en clase de filosofía. Quería una respuesta en una frase. Pensé sobre ello y dije finalmente, "Realidad es eso que, cuando dejas de creer en ello, no desaparece". Eso es todo lo que se me ocurrió. Eso fue en 1972. Desde entonces no he sido capaz de definir realidad con más lucidez.
Pero el problema es real, no es sólo un juego intelectual. Porque hoy vivimos en una sociedad donde los medios de comunicación fabrican realidades espúreas; los gobiernos, las grandes corporaciones, los grupos religiosos, políticos,... y existen los medios electrónicos para llevar estos pseudo-mundos durectamente en las cabezas de quienes lo leen, lo ven, lo escuchan. A veces cuando veo a mi hija de once años viendo la TV, me pregunto qué le está enseñando. O el momento equivocado, consideremos esto; un programa de TV producido para adultos es visto por un niño pequeño. Probablemente la mitad de lo que se dice es malinterpretado por el niño. Quizá todo. Y la cuestión es, ¿cuán auténtica es la información en todo caso, incluso si el niño la entiende correctamente? ¿Cuál es la relación entre la situación de comedia televisiva estándar y la realidad? ¿Y los programas sobre policías? Los coches están perdiendo el control continuamente, chocándose y ardiendo. La policía siempre es buena, y siempre gana. No ignoréis esto; la policía siempre gana. Menuda lección es esa. No debes luchar contra la autoridad, e incluso si lo haces, perderás. El mensaje aquí es, Sé pasivo, y Coopera. Si el Oficial Baretta te pide información, dásela, porque el Oficial Baretta es un buen hombre y hay que confiar en él. Te ama, y tú deberías hacer lo mismo.
Así que pregunto en lo que escribo, ¿qué es real? Porque se nos bombardea incesantemente con pseudo-realidades fabricadas por gente muy sofisticada que utiliza mecanismos electrónicos muy sofisticados. No desconfío de sus motivos; desconfío de su poder. Tienen mucho de eso. Y es un poder asombroso: el de crear universos enteros, universos de la mente. Debería saberlo. Yo hago lo mismo. Mi trabajo es crear universos, como la base de una novela tras otra. Y tengo que construirlos de una forma en que no se caigan dos días más tarde. O al menos eso es lo que esperan mis editores. Sin embargo, os contaré un secreto: me gusta construir universos que se derrumban. Me gusta verlos desestructurarse, y me gusta ver cómo los personajes en las novelas se manejan con este problema. Tengo un amor secreto al caos. Debería haber más de eso. No creáis -y soy absolutamente serio cuando digo esto-, no asumáis que el órden y la estabilidad son siempre buenos, en una sociedad o en el universo. Lo viejo, lo osificado, debe dejar paso siempre a vida nueva y al nacimiento de cosas nuevas. Antes de que las cosas nuevas nazcan las viejas han de perecer. Esto es una comprensión peligrosa, porque nos dice que eventualmente debemos separarnos de mucho de lo que nos es familiar. Y eso duele. Pero es parte del guión de la vida. A no ser que podamos acomodar psicológicamente el cambio, nosotros mismos empezamos a morir, hacia dentro. Lo que estoy diciendo es que los objetos, costumbres, hábitos y formas de vida han de perecer para que el ser humano auténtico pueda vivir. Y es el ser humano auténtico el que más importa, el organismo viable, elástico, que puede rebotar de vuelta, absorber, y manejarse con lo nuevo.
Por supuesto, digo esto porque vivo cerca de Disneylandia, y siempre están añadiendo nuevas atracciones y destruyendo las viejas. Disneylandia es un organismo que evoluciona. Durante años tuvieron el Simulacro Lincoln, que como Lincoln, fue sólo una forma temporal que tomaron materia y energía y que acabaron por desaparecer. Lo mismo es cierto de cada uno de nosotros, nos guste o no.
El filósofo griego pre-socrático Parménides enseñó que las únicas cosas que son reales son aquellas que nunca cambian,... y el filósofo griego pre-socrático Heráclito enseñó que todo cambia. Si solapas los dos puntos de vista, obtienes este resultado: Nada es real. Hay un paso siguiente fascinante a esta línea de pensamiento: Parménides nunca podría haber existido, porque se hizo viejo y murió y desapareció, con lo que, de acuerdo con su propia filosofía, nunca existió. Y Heráclito podría haber tenido razón -no olvidemos esto; así que si Heráclito tenía razón, entonces Parménides existió, y por tanto, según la filosofía de Heráclito, quizá Parménides tenía razón, ya que Parménides cumplía las condiciones, los criterios, por los que Heráclito juzgaba reales las cosas.
Ofrezco esto meramente para mostrar que en cuanto empiezas a preguntar qué es definitivamente real, te pones a decir cosas sin sentido. Zenón provó que el movimiento era imposible (bueno, sólo imaginó que lo había hecho; lo que le faltaba era lo que se llama técnicamente la "teoría de límites"). David Hume, el mayor escéptico de todos, una vez destacó que tras una reunión de escépticos reunidos para proclamar la veracidad del escepticismo como filosofía, se dio el hecho extraño de que todos los miembros de la reunión se fueron por la puerta en lugar de por la ventana. Veo el sentido de lo que cuenta Hume; era todo cháchara. Los solemnes filósofos no estaban tomándose en serio lo que decían.
Pero considero que la cuestión de definir lo que es real, esto es un tema serio, incluso vital. Y ahí en algún lugar hay otro tema, la definición de la auténtica humanidad. Debido al bombardeo de pseudo-realidades, se producen rápidamente humanos no-auténticos, espúreos; tan falsos como los datos presionándoles desde todos los frentes. Mis dos temas son realmente uno sólo; se unen en este punto. Las falsas realidades crearán falsos humanos. O, los falsos humanos generarán realidades falsas, y entonces las traficarán con otros humanos falsos. Es sencillamente una versión muy larga de Disneylandia. Puedes tener el Paseo Pirata o el Simulacro Lincoln o el Paseo Salvaje de Mr.Toad, puedes tenerlos todos, pero ninguno es cierto.
Al escribir me interesé tanto por las falsificaciones que finalmente llegué al concepto de los falsos falsos. Por ejemplo, en Disneylandia hay pájaros falsos accionados por motores eléctricos que emiten graznidos y chillidos cuando pasas. Supongamos que alguna noche nos coláramos en el parque y con pájaros reales y sustituyésemos los artificiales. Imaginad el horror que sentirían los dueños cuando descubrieran la cruel broma. ¡Pájaros de verdad! Y quizá algún día incluso hipopótamos y leones reales. Consternación. El parque siendo transmutado astutamente por fuerzas siniestras de lo irreal a lo real. Por ejemplo supongamos, ¿y si el Matterhorn se convirtiera en una montaña genuina cubierta de nieve? ¿Y si el lugar entero, por un milagro del poder y sabiduría de Dios, fuera cambiado en un momento, con el guiño de un ojo, en algo incorruptible? Tendrían que cerrar.
En el Timeo de Platón, Dios no crea el universo, como lo hace el Dios Cristiano; simplemente se lo encuentra un día. Está en un estado de caos total. Dios se pone a trabajar para transformar el caos en órden. Esa idea me atrae, y la he adaptado a mis necesidades intelectuales: ¿y si nuestro universo empezó siendo poco real, una especie de ilusión como enseña la religión hindú, y Dios, por amor y amabilidad hacia nosotros, lo estuviera transmutando lenta y secretamente en algo real?
No seríamos conscientes de esta transformación, ya que no eramos conscientes en primer lugar de que nuestro mundo fuera una ilusión. Esto es técnicamente una idea gnóstica. El gnosticismo es una religión que abrazaron judíos, cristianos y paganos, durante varios siglos. He sido acusado de mantener ideas gnósticas. Supongo que lo hago. En determinado momento me habrían quemado. Pero algunas de sus ideas me intrigan. Una vez, cuando estaba investigando el gnosticismo en la Enciclopedia Británica, me encontré con una mención de un codex gnóstico llamado El Dios Irreal y los Aspectos de su Universo No Existente, una idea que me redujo a una risa desesperada. ¿Qué tipo de persona escribiría sobre algo que sabe que no existe, y cómo puede algo que no existe tener aspectos? Pero entonces me di cuenta de que había estado escribiendo sobre estas cuestiones durante veinticinco años. Supongo que se puede decir mucho cuando escribes sobre un tema que no existe. Un amigo mío publicó una vez un libro llamado Serpientes de Hawai. Varias librerías le escribieron pidiendo copias. Bueno, no hay serpientes en Hawai. Todas las páginas de su libro estaban en blanco.
Por supuesto, en la ciencia ficción no hay pretensiones de que los mundos descritos sean reales. Por eso lo llamamos ficción. Se le advierte al lector por adelantado que no crea en lo que va a leer. Del mismo modo, los visitantes de Disneylandia entienden que Mr.Toad no existe realmente y que los piratas se mueven gracias a motores y mecanismos servo-asistidos, relés, y circuitos electrónicos. Con lo que no hay ningún engaño.
Y aun así lo extraño es, que de alguna forma, de alguna forma real, mucho de lo que aparece bajo el título "ciencia ficción" es real. Puede no ser literalmente cierto, supongo. Nunca hemos sido realmente invadidos por criaturas de otro sistema solar, como se describía en Encuentros en la Tercera Fase. Los productores de esa película nunca pretendieron que lo creyéramos. ¿O sí?
Y más importante, si hubieran intentado afirmar esto, ¿sería realmente verdad?. Esa es la cuestión, no si el autor o el productor lo creen, sino, ¿es verdad?. Porque, por un accidente, mientras persigue una buena historia, un escritor de ciencia ficción o un productor o un escritor de guiones podría dar con la verdad,... y darse cuenta más tarde.
La herramienta más básica para la manipulación de la realidad es la manipulación de las palabras. Si puedes controlar el significado de las palabras, puedes controlar a la gente que debe usar las palabras. George Orwell lo dejó claro en su novela 1984. Pero otra forma de controlar las mentes de la gente es controlar sus percepciones. Si puedes hacer que vean el mundo como lo haces, pensarán como piensas. La comprensión sigue a la percepción. ¿Cómo haces que vean la realidad que ves? Después de todo, es sólo una realidad entre muchas. Las imagenes son un constituyente básico; por esto es por lo que el poder de la TV para influir las mentes jóvenes es tan brutalmente vasto. Palabras e imágenes son sincronizados. La posibilidad del control total del espectador existe, especialmente en el jóven. Ver la TV es una especie de aprendizaje en el sueño. Un electroencefalograma de una persona viendo shows televisivos muestra que tras una media hora el cerebro decide que no está pasando nada, y pasa a un estado de hipnosis emitiendo ondas alfa. Esto se debe a que hay muy poco movimiento ocular. Además, mucha de la información es gráfica, y por lo tanto pasa al hemisferio derecho del cerebro en lugar de ser procesado por el izquierdo, donde se encuentra la personalidad consciente. Experimentos recientes indican que mucho de lo que vemos en la pantalla de la TV es recibido de forma subliminal. Sólo imaginamos que vemos conscientemente lo que hay ahí. El grueso de los mensajes evitan nuestra atención; literalmente tras unas horas de ver la TV, no sabemos qué hemos visto. Nuestros recuerdos son espúreos, como los de los sueños; los huecos se llenan retrospectivamente. Y se falsifican. Hemos participado sin saberlo en la creación de una realidad espúrea, y nos hemos obligado a alimentarnos con ella. Hemos conspirado contra nosotros hacia nuestra propia condenación.
Y -digo esto como escritor profesional de ficción-, los productores, los que escriben guiones, y los directores que crean estos mundos de audio/video, no saben cuánto de su contenido es verdad. En otras palabras, son víctimas de su propio producto, junto con nosotros. Hablando por mí, no sé cuanto de lo que escribo es verdad, o qué partes (si alguna) es cierta. Esta es una situación potencialmente letal. Tenemos ficción imitando a la verdad, y verdad imitando ficción. Tenemos un solapamiento peligroso, una peligrosa zona borrosa. Y probablemente no es deliberado. De hecho, eso es parte del problema. No puedes legislar para que un autor etiquete correctamente su producto, como una lata de pudding cuyos ingredientes vienen listados en la etiqueta... no puedes hacerle declarar qué parte es verdad y qué parte no cuando él mismo lo ignora.
Es una experiencia espeluznante escribir algo en una novela, creyendo que es pura ficción, y aprender más tarde -quizá años después- que es cierto. Me gustaría daros un ejemplo. Es algo que no entiendo. Quizá podais darme una teoría. Yo no puedo.
En 1970 escribí una novela llamada "Fluyan mis lágrimas, dijo el policía". Uno de los personajes es una chica de diecinueve años llamada Kathy. El nombre de su marido es Jack. Kathy parece trabajar para el underground criminal, pero más tarde, según nos adentramos en la novela, descubrimos que está trabajando para la policía. Está teniendo una relación con un inspector de policía. El personaje es pura ficción. O al menos pienso que lo era.
En cualquier caso, el día de Navidad de 1970, conocía a una chica llamada Kathy -esto fue tras haber acabado la novela, se entiende-. Tenía diecinueve años. Su novio se llamaba Jack. Pronto aprendí que Kathy traficaba con drogas. Me pasé meses intentando hacer que dejara lo de traficar; la advertí una y otra vez que podrían cogerla. Entonces, un atardecer mientras entrábamos juntos a un restaurante, Kathy se detuvo en seco y dijo, "no puedo entrar". Sentado en el restaurante estaba un inspector de policía que conocía. "Tengo que decirte la verdad", dijo Kathy, "tengo una relación con él".
Ciertamente, se trata de raras coincidencias. Quizá tuviera precognición. Pero el mistero se vuelve aún más raro; la siguiente etapa me desconcierta totalmente. Lo ha hecho durante cuatro años.
En 1974 la novela fue publicada por Doubleday. Una tarde estaba hablando con mi sacerdote -soy episcopaliano-, y resultó que le mencioné una escena importante cerca del final de la novela en la que el personaje Felix Buckman conoce a un tipo negro en una gasolinera abierta 24 horas, y empiezan a hablar. A medida que describía en la escena en más y más detalle, mi sacerdote se puso progresivamente cada vez más agitado. Al fin dijo, "¡eso es una escena del Libro de Actos, de la Biblia! La persona que encuentra al hombre negro en el camino se llama Philip, como tú". El padre Rasch estaba tan afectado por la semblanza que no podía siquiera localizar la escena en la Biblia. "Lee los Actos", me instruyó, "y estarás de acuerdo. Es lo mismo hasta en detalles específicos".
Fui a casa y leí la escena en Actos. Sí, el Padre Rasch tenía razón; la escena en mi novela estaba narrando otra vez obviamente la escena en Actos... y nunca había leído los Actos, he de admitir. Pero de nuevo el puzzle se hizo más profundo. En Actos, el alto oficial romano que arresta e interroga a San Pablo se llama Felix, el mismo nombre que mi personaje. Y mi personaje Felix Buckman es un policía de alto rango; de hecho, en mi novela tiene el mismo papel que Felix en el Libro de Actos; la autoridad final. Hay una conversación en mi novela que se parece mucho a una conversación entre Félix y Pablo.
Bueno, decidí probar y ver otras semblanzas. El personaje principal de mi novela se llama Jason. Cogí un índice para la Biblia y miré a ver si alguien llamado Jason aparecía en algún lugar en la Biblia. No podía recordar ninguno. Bueno, un hombre llamado Jason aparece una vez (y sólo una) en la Biblia. Es en el Libro de Actos. Y, como si fuera una plaga con más coincidencias, en mi novela Jason está escapando de las autoridades y toma refugio en la casa de una persona, y en Actos el hombre llamado Jason da refugio a un fugitivo en su casa; una inversión exacta de la situación de mi novela, como si el Espíritu misterioso responsable de todo esto estuviera riéndose de algún modo de todo el asunto.
Felix, Jason, y el encuentro en el camino con el hombre negro que es un completo extraño. En Actos, el discípulo Philip bautiza al hombre negro, que después se marcha regocijado. En mi novela, Felix Buckman busca al hombre negro desconocido para obtener apoyo emocional, porque la hermana de Felix Buckman acaba de morir y él está derrumbándose psicológicamente. El hombre negro ayuda al estado de ánimo de Buckman, y aunque Buckman no se va regocijado, al menos sus lágrimas han dejado de caer. Ha estado volando a casa, llorando la muerte de su hermana, y tenía que estar con alguien, cualquiera, incluso un completo desconocido. Es un encuentro entre dos extraños en el camino que cambia la vida de uno de ellos; tanto en mi novela como en Actos. Y un último capricho del misterioso espíritu; el nombre Felix es la palabra latina para "Feliz". Lo cual no sabía hasta que escribí la novela.
Un estudio cuidadoso de mi novela muestra que por razones que no puedo siquiera empezar a explicar había reescrito varios de los incidentes básicos de un libro en particular de la Biblia, incluso con los nombres adecuados. ¿Cómo podría explicar esto? Fue hace cuatro años que descubrí esto. Durante cuatro años he intentado idear una teoría y no lo he conseguido. Dudo que alguna vez lo haga.
Pero el misterio no ha terminado aquí, como imaginé. Hace dos meses estaba andando al buzón para enviar una carta tarde, por la noche, también para disfrutar la vista de la Iglesia de Saint Joseph, que está en el lado opuesto a mi edificio de apartamentos. Vi un hombre merodeando sospechosamente cerca de un coche aparcado. Parecía que fuera a robar el coche, o algo de él; según volví del buzón, el hombre se escondió tras un árbol. En un impulso caminé hacia él y le pregunté, "¿sucede algo?"
"No tengo gasolina", dijo el hombre, "y no tengo dinero".
Increiblemente, porque nunca había hecho esto antes, saqué mi cartera, cogí todo el dinero de ella, y le di el dinero. Entonces me chocó la mano y me preguntó dónde vivía, para que pudiera devolvermelo más tarde. Regresé a mi apartamento, y entonces me di cuenta de que el dinero no le haría ningún bien, puesto que no habían gasolineras cerca. Así que volví, en mi coche. El hombre tenía una lata de gasolina en el maletero del coche, y juntos, condujimos mi coche hasta una gasolinera. Pronto estábamos ahí, dos extraños, mientras que el tipo de la gasolinera llenaba la lata. De pronto me di cuenta de que esta era la escena de mi novela, la novela que había escrito ocho años antes. La gasolinera era exáctamente como la que había vimaginado cuando escribí la escena; el tipo rellenando, la deslumbrante luz blanca,... y ahora vi algo que no había visto antes. El extraño al que ayudaba era negro.
Condujimos de vuelta a su coche con la gasolina, nos dimos la mano, y entonces volví a mi edificio de apartamentos. Nunca le vi otra vez. No podría haberme devuelto el dinero, porque no le había dicho cual de los muchos apartamentos era el mío o cuál era mi nombre. Estaba terriblemente agitado por esta experiencia. Había vivido literalmente una escena totalmente como había aparecido en mi novela. Lo que es decir, que había vivido una especie de réplica de la escena de Actos en la que Philip se encuentra al hombre negro en el camino.
¿Qué podría explicar todo esto?
La respuesta que se me ha ocurrido puede no ser correcta, pero es la única que tengo. Tiene que ver con el tiempo. Mi teoría es esta: en cierto sentido importante, el tiempo no es real. O quizá es real, pero no tal como lo experimentamos o imaginamos que es. Tenía la certitud aguda, irrefrenable (y aún la tengo) de que a pesar del cambio que vemos, un paisaje específico permanente subyace al mundo del cambio: y que este paisaje invisible que subyace es el de la Biblia; específicamente, es el periodo que sigue inmediatamente a la muerte y resurrección de Cristo; es, en otras palabras, el periodo de tiempo del Libro de Actos.
Parménides estaría orgulloso de mí. He mirado a un mundo en constante cambio y he declarado que bajo él se encuentra lo eterno, lo que no cambia, lo absolutamente real. ¿Pero cómo ha sucedido esto? Si el tiempo real es el 50 D.C., ¿por qué vemos el 1978 D.C.? Y si estamos viviendo realmente en el Imperio Romano, en algún lugar de Siria, ¿por qué vemos los Estados Unidos?
Durante la Edad Media surgió una teoría curiosa, que os presento ahora por lo que merece la pena. Es la teoría de que el Malvado -Satán- es el "Mono de Dios". Que crea imitaciones espúreas de la creación, de la auténtica creación de Dios, y entonces las interpola con la creación auténtica. ¿Ayuda esta teoría rara a explicar mi experiencia? ¿Hemos de creer que estamos confusos, engañados, que esto no es el año 1978 sino el 50... y Satán ha generado una realidad falsificada para atrofiar nuestra fé en el regreso de Cristo?
Puedo imaginarme siendo examinado por un psiquiatra. El psiquiatra dice, "¿qué año es?", y yo digo, "el 50 D.C.". El psiquiatra parpadea y entonces pregunta, "¿y dónde estás?", y repondo, "en Judea". "¿Dónde demonios está eso?", pregunta el psiquiatra. "Es parte del Imperio Romano", tendría que responder. "¿Sabes quién es el Presidente?", preguntaría el psiquiatra, y yo respondería, "El Procurador Felix". "¿Estás realmente seguro de esto?" preguntaría el psiquiatra, mientras que da una señal a escondidas a un par de funcionarios muy grandes. "Sí", respondería. "A no ser que Felix haya sido degradado y sustituído por el Procurador Festus. Es decir, San Pablo fue retenido por Felix para-". "¿Quién te contó todo esto?" rompería la conversación el psiquiatra irritado, y yo respondería, "El Espíritu Santo". Y después de eso estaría en una sala acolchada, mirando hacia fuera, y sabiendo sin ninguna duda cómo llegué aquí.
Todo en esa conversación sería cierto, en cierto sentido, aunque palpablemente no cierto en otro. Sé perfectamente que la fecha es 1978 y que el Presidente es Jimmy Carter y que vivo en Santa Ana, California, en los Estados Unidos. Incluso sé como ir desde mi apartamento a Disneylandia, un hecho que no parece que sea capaz de olvidar. Y seguro que no habían Disneylandias en los tiempos de San Pablo.
Así que, si me fuerzo a ser muy racional y razonable y todas esas cosas buenas, he de admitir que la existencia de Disneylandia (que sé que es real) prueba que no estamos viviendo en Judea en el 50 D.C. La idea de San Pablo dando vueltas en tazas de té gigantes mientras que componía Corintios, mientras que Paris TV le filma, eso sí que no puede ser. San Pablo nunca iría a Disneylandia. Sólo niños, turistas, y altos oficiales soviéticos, van alguna vez a Disneylandia. Los santos no.
Pero de alguna forma aquel material bíblico atrapó mi inconsciente y trepó hasta mi novela, e igualmente cierto, por alguna razón en 1978 reviví una escena que había descrito en 1970. Lo que quiero decir es esto: hay pruebas internas en al menos una de mis novelas de que otra realidad, que no cambia, exactamente como sospechaban Parménides y Platón, subyace el mundo visible fenoménico del cambio, y de alguna forma, quizá para sorpresa nuestra, podemos atravesar y llegar a ella. O algún espíritu misterioso puede ponernos en contacto con ella, si quiere que veamos este otro paisaje permanente. El tiempo pasa, miles de años pasan, pero en el mismo instante en que vemos este mundo contemporáneo, el mundo antigo, el mundo de la Biblia, se oculta tras él, aún ahí y aún real. Eternamente.
¿Debería arriesgarme y contar el resto de esta peculiar historia? Lo haré, habiendo llegado tan lejos ya. Mi novela "Fluyan mis lágrimas, dijo el policía" fue publicada por Doubleday en Febrero de 1974. La semana después de que fuera publicada, me quitaron dos muelas del juicio, y me dieron pentatol sódico. Más tarde ese día me encontré con un dolor intenso. Mi mujer telefoneó al dentista y llamó a una farmacia. Media hora después hubo una llamada en mi puerta; la persona que traía el paquete con la medicación. Aunque estaba sangrando y enfermo y débil, sentí la necesidad de responder a la llamada en la puerta yo mismo. Cuando abrí la puerta, me encontré frente a una mujer jóven -que llevaba un collar de oro brillante en el centro del cual había un reluciente pez dorado. Por alguna razón fui hipnotizado por el pez dorado, olvidé mi dolor y la medicación, olvidé que la chica estaba ahí. Me quedé mirando al símbolo del pez.
"¿Qué significa eso"?, le pregunté.
La chica tocó el pez dorado brillante con su mano y dijo, "esto es un símbolo llevado por los primeros cristianos". Entonces me dio el paquete con la medicación.
En ese instante, mientras miraba el signo del pez y oía sus palabras, de pronto experimenté lo que después entendí como anamnesis, la palabra griega que significa literalmente "pérdida de olvido". Recordé quién era y dónde estaba. En un instante, en el guiño de un ojo, todo regresó a mí. Y no sólo podía recordarlo sino verlo. La chica era una cristiana secreta, y yo también lo era. Vivíamos con miedo a ser detectados por los Romanos. Teníamos que comunicarnos con señales crípticas. Ella me acababa de decir todo esto, y era cierto.
Durante un breve espacio de tiempo, por difícil que sea de creer o explicar, ví la imagen de los contornos como una negra prisión de la odiosa Roma. Pero, mucho más importante, recordé a Jesús, que había estado recientemente con nosotros, y se había ido temporalmente, y volvería muy pronto. Mi emoción era gozo. Estábamos preparando secretamente su recibimiento de vuelta. No sería mucho. Y los romanos no lo sabían. Pensaron que él estaba muerto, muerto para siempre. Ese era nuestro gran secreto, nuestro gozoso conocimiento. A pesar de las apariencias, Cristo iba a regresar, y nuestro disfrute y anticipación no tenían fronteras.
¿No es raro que este extraño evento, esta recuperación de un recuerdo perdido, ocurriera sólo una semana después de que se publicara "Fluyan mis Lágrimas"? ¿Y no es Fluyan mis Lágrimas lo que contiene la réplica de la gente y los eventos del Libro de Actos, que se localiza en el preciso momento en el tiempo -justo tras la muerte y resurrección de Jesús- que había recordado, a través del símbolo del pez dorado, justo lo que acababa de suceder?
Si fueras yo, y esto te hubiera pasado, estoy seguro de que no habrías podido dejarlo estar. Buscarías alguna teoría que pudiera dar cuenta de ello. Durante cuatro años ahora, he estado intentando una teoría tras otra: tiempo circular, tiempo congelado, tiempo sin tiempo, lo que se denomina tiempo "sagrado" respecto al "mundano"... no puedo contar las teorías que he intentado. Una constante ha prevalecido, sin embargo, a través de todas las teorías. Debe de haber algún misterioso Espíritu Santo que tiene una relación exacta e íntima con Cristo, que puede habitar las mentes humanas, guiarlas e informarlas, e incluso expresarse a través de esos humanos, incluso sin que sean conscientes de ello.
En la escritura de Fluyan Mis Lágrimas, en 1970, hubo un suceso inusual que me di cuenta en aquel momento de que no era normal, no era una parte del proceso normal de escribir. Tuve un sueño una noche, un sueño especialmente vívido. Y entonces me levanté y me encontré bajo la compulsión -la necesidad absoluta- de plasmar el sueño en el texto de la novela tal y como lo había soñado. Para trasladar el sueño de forma correcta, tuve que hacer once borradores de la parte final del manuscrito, hasta que estuve satisfecho.
Citaré ahora la novela, tal y como apareció al final en su forma publicada. Mirad a ver si este sueño os recuerda a algo.
El campo, marrón y seco, en verano, donde había vivido de niño. Cabalgaba un caballo, y acercándose a su izquierda un pelotón de caballos aproximandose lentamente. En los caballos cabalgaban hombres con togas brillantes, cada una de un color distinto; cada uno llevaba un casco acabado en pico que centelleaba con la luz del Sol. Los caballeros lentos y solemnes le adelantaron, y mientras viajaban se fijó en el rostro de uno; un antiguo rostro de mármol, un hombre terriblemente viejo con cascadas ondeadas de barba blanca. Cuán fuerte la nariz que tenía. Qué nobles rasgos. Tan cansado, tan serio, tan más allá de los hombres normales. Evidentemente era un rey.
Felix Buckman le dejó pasar; no les habló, ni ellos lo hicieron con él. Juntos, todos se movieron hacia la casa de la que él había venido. Un hombre se había encerrado dentro de la casa, un hombre sólo, Jason Taverner, en el silencio y la oscuridad, sin ventanas, por sí mismo desde ahora hasta la eternidad. Y entonces escuchó de detrás de él un sólo chillido espantoso. Habían matado a Taverner; y viéndoles entrar, sintiéndolos en las sobras alrededos suyo, sabiendo lo que pretendían hacer con él, Taverner había chillado.
Felix Buckman sintió una desolada pena total y absoluta. Pero en el sueño no regresó ni miró hacia atrás. No se podía hacer nada. Nadie podría haber detenido la pandilla de los hombres de togas multicolor; no se les podría haber convencido. En cualquier caso, había acabado. Taverner estaba muerto.
Este pasaje probablemente no os sugiera nada en particular, excepto por una pandilla que juzga y aplica la ley sobre alguien bien culpable o bien considerado clpable. No está claro si de hecho Taverner ha cometido algún crimen o si meramente se cree que lo ha hecho. Tengo la impresión de que era culpable, pero era una tragedia que tuviera que ser asesinado, una tragedia terriblemente triste. En la novela, este sueño hace que Felix Buckman empiece a llorar, por lo que busca al hombre negro en la gasolinera 24 horas.
Meses después de que la novela fuera publicada, encontré la sección en la Biblia a la que se refiere este sueño. Es Daniel, 7:9:
"Se situaron en su lugar tronos y uno anciano en años tomó su sitio. Su toga era blanca como la nieve y el pelo de su cabeza como la lana más limpia. Su trono eran llamas de fuego, y sus ruedas llamaradas; un río fluía fuego frente a él. Miles le servían y multitudes atendían su presencia. La corte se sentó, y el libro fue abierto."
El hombre anciano de pelo blanco aparece de nuevo en Revelación, 1:13:
"Vi... uno como un hijo del hombre, con una toga hasta sus pues, con una faja dorada alrededor de su pecho. El pelo de su cabeza era blanco como lana nívea, y sus ojos en llamas eran como fuego; sus pies destellaban como latón pulido refinado en un horno, y su voz era como el sonido de los torrentes de agua."
Y entonces 1:17:
"Cuando le vi, caí a sus pies como si estuviera muerto. Pero puso su mano derecha sobre mí y dijo, "no temas. Soy el primero y el último, y soy el viviente, ya que estuve muerto y ahora estoy vivo eternamente, y llevo las llaves de la Muerte y de sus dominios. Escribe por tanto lo que has visto, lo que es ahora, y lo que será de ahora en adelante."
Y, como John de Patmos, escribí fielmente lo que vi y lo puse en mi novela. Y era cierto, aunque en el momento no sabía lo que quería decir esta descripción:
"... y mientras viajaban se fijó en el rostro de uno; un antiguo rostro de mármol, un hombre terriblemente viejo con cascadas ondeadas de barba blanca. Cuán fuerte la nariz que tenía. Qué nobles rasgos. Tan cansado, tan serio, tan más allá de los hombres normales. Evidentemente era un rey."
De hecho era un rey. Es Cristo regresado, para juzgar. Y esto es lo que hace en mi novela, juzgar al hombre encerrado en oscuridad. El hombre encerrado en oscuridad debe ser el Príncipe del Mal, la Fuerza de la Oscuridad. Llámalo como quieras, su hora había llegado. Estaba juzgado y condenado. Felix Buckman podía lamentarse ante la tristeza de ello, pero sabía que el veredicto no podía disputarse. Así que continuó cabalgando, sin darse la vuelta ni mirar atrás, oyendo tan sólo el chillido del miedo y la derrota: el llanto del mal destruído.
Así que mi novela contenía material de otras partes de la Biblia, así como de secciones de los Actos. Descifrada, mi novela cuenta una historia bastante distinta de la superficial (que no necesitamos discutir aquí). La historia real es sencillamente esta: el regreso de Cristo, ahora rey en lugar de sirviente que sufre. Juez en lugar de víctima de un juicio injusto. Todo al revés. El núcleo del mensaje de mi novela, sin saberlo yo, era una advertencia a los poderosos: pronto seréis juzgados y condenados. ¿A quién me refería específicamente? Bueno, no puedo decir realmente; o quizá es que preferiría no hacerlo. No tengo certeza alguna, sólo una intuición. Y eso no es suficiente para continuar, así que me guardaré mis pensamientos. Pero podríais preguntaros qué eventos políticos sucedieron en este país entre febrero y agosto de 1974. Quién fue juzgado y condenado, y cayó como una estrella fugaz hacia la ruina y la desgracia. El hombre más poderoso del mundo. Y me apena él ahora como cuando lo soñé en aquel sueño. "Aquel pobre hombre", le dije una vez a mi mujer, con lágrimas en los ojos. "Encerrado en la oscuridad, tocando el piano en la noche para sí mismo, sólo y asustado, sabiendo lo que está por venir". Por el amor de Dios, perdonemosle al final. Pero lo que se le hizo a él y a todos sus hombres -"los hombres del Presidente" como se suele decir- debía hacerse. Pero se acabó, y debería dejarsele ver la luz del sol otra vez; ninguna criatura o persona debería ser encerrada por siempre en la oscuridad, con el miedo. No es humano.
Precisamente mientras la Corte Suprema estaba decidiendo que las grabaciones de Nixon debían llevarse al fiscal especial, estaba comiendo en un restaurante chino en Yorba Linda, el pueblo de California en el que Nixon fue al colegio; donde creció, donde trabajó en un supermercado, donde hay un parque que lleva su nombre, y por supuesto la casa Nixon, simples listones de madera y todo eso. En mi galleta de la suerte, el papel decía lo siguiente:
LOS ACTOS HECHOS EN SECRETO TIENEN
UN CAMINO PARA SER AVERIGUADOS
Envié por correo el papel a la Casablanca, mencionando que el restaurante chino estaba localizado en un radio de una milla respecto a la casa original de Nixon, y dije, "creo que ha habido un error; por accidente he recibido la galleta de la suerte del señor Nixon. ¿Tiene él la mía?". La Casablanca no respondió.
Bueno, como dije antes, el autor de un trabajo de supuesta ficción podría escribir la verdad sin saberlo. Citando a Jenófanes, otro presocrático, "Incluso si un hombre tuviera la oportunidad de hablar la verdad más completa, él no la conoce; todas las cosas están envueltas en apariencias" (fragemento 34). Y Heráclito añadió a esta: "La naturaleza de las cosas es el hábito de ocultarse" (fragmento 54). W.S.Gilbert, de Gilbert y Sullivan, lo proponía así: "Las cosas rara vez son lo que parecen; mascaradas de leche desnatada como crema". Lo importante de todo esto es que no podemos confiar en nuestros sentidos y probablemente siquiera nuestro razonamiento a priori. Respecto a nuestros sentidos, entiendo que la gente que hubiera sido ciega desde el nacimiento y obtuviese de repente vista quedase asombrada de descubrir que los objetos parecen ser más y más pequeños a medida que se alejan. Logicamente, no hay razón para esto. Nosotros, por supuesto, hemos aprendido a aceptar esto, porque nos hemos acostumbrado. Vemos los objetos haciendose más pequeños, pero sabemos que en realidad siguen siendo del mismo tamaño. Así que incluso la persona en su realidad pragmática del día a día usa una cierta magnitud del proceso de descartar cosas de lo que sus ojos y oídos le cuentan.
Poco de los que escribió Heráclito ha sobrevivido, y lo que tenemos es oscuro, pero el Fragmento 54 es lúcido e importante: "La estructura latente es maestra de la estructura obvia". Esto significa que Heráclito creía que había un velo sobre el paisaje real. También podría haber sospechado que el tiempo de alguna forma no fuera lo que parece, ya que en el Fragmento 52 dijo: "El tiempo es un niño que juega damas: de un niño es el reino". Esto es desde luego críptico. Pero también dijo, en Fragmento 18: "Si uno no lo espera, uno no hallará lo inesperado, dado que es inhallable y ningun camino nos puede llevar a ello". Edward Hussey, en su erudito libro Los Presocráticos, dice:
"Si Heráclito es tan insistente sobre la falta de entendimiento mostrado por la mayor parte de los hombres, parecería razonable que ofreciera instrucciones más profundas para penetrar en la verdad. La cháchara de acertijos sugiere que algún tipo de revelación, más allá del control humano, es necesaria... la verdadera sabiduría, como se ha podido ver, está cercanamente asociada con dios, lo cual insiste en la sugerencia de que para el avance de la sabiduría un hombre se convierte como, o una parte de, dios.
Esta cita no es de un libro religioso o de teología; se trata de un análisis de los filósofos más tempranos por parte de un profesor de Filosofía Antigua en la Universidad de Oxford. Hussey aclara que para estos filósofos tempranos no había distinción entre filosofía y religión. El primer salto cuántico en la teología griega fue por Jenófanes de Cólofon, nacido a mitad del siglo VI antes de cristo. Jenófanes, sin recurrir a autoridad alguna excepto la de su propia mente, dice:
Hay un dios, de ninguna manera como criaturas mortales en forma corpórea o en el pensamiento de sus mentes. El todo de él ve, piensa, escucha. Siempre se mantiene sin movimiento en el mismo lugar; no es adecuado que debiera moverse ahora de esta forma, luego de esa otra.
Este es un concepto sutil y avanzado de Dios, evidentemente sin precedente entre los pensadores griegos. "Los argumentos de Parménides parecen mostrar que toda realidad ha de ser de hecho una mente", escribe Hussey, "o un objeto del pensamiento en una mente". Específicamente respecto a Heráclito, dice, "En Heráclito es difícil decir hasta qué punto los designios en una mente divina se distinguen de su ejecución en el mundo, o de hecho hasta qué punto la mente de Dios se distingue del mundo". En siguiente salto de Anaxágoras siempre me ha fascinado. "Anaxágoras fue llevado a una teoría de la microestructura de la materia que la constituía, hasta cierto punto misteriosa a la razón humana". Anaxágoras creía que todo era determinado por la Mente. Estos no eran pensadores infantiles ni primitivos. Debatían asuntos serios y estudiaban el uno los puntos de vista del otro con hábil intuición. No fue hasta el momento de Aristóteles que sus puntos de vista se redujeron a lo que podemos clasificar nítidamente -aunque erróneamente- como primitivos. La suma de mucha teología y filosofía presocráticos puede afirmarse como sigue: el cosmos no es lo que parece ser, y lo que es probablemente en su nivel más profundo, es exactamente lo que el ser humano es en su nivel más profundo; llámese mente o alma, es algo unitario que vive y piensa, y que sólo en apariencia es plural y material. En buena parte, este punto de vista nos llega a través de la doctrina del Logos respecto a Cristo. El Logos era a la vez aquello que pensaba, y la cosa que pensaba: pensamiento y pensador juntos. El universo, entonces, es pensador y pensado, y dado que somos parte de él, al final en el análisis, siendo humanos somos pensamientos y pensadores de estos pensamientos.
Así, si Dios piensa sobre Roma en torno al 50 D.C, entonces Roma cerca del 50 D.C. es. El universo no es un reloj de cuerda y Dios la mano que le da cuerda. No es un reloj a pilas con Dios como batería. Spinoza creía que el universo es el cuerpo de Dios extensivo en el espacio. Pero bastante antes de Spinoza -dos mil años antes-, Jenófanes había dicho, "sin esfuerzo, él empuña todas las cosas por el pensamiento de su mente" (Fragmento 25)
Si alguno habéis leído mi novela Ubik, sabéis que la misteriosa entidad o mente o fuerza llamada Ubik empieza como una serie de anuncios publicitarios baratos y vulgares, y acaba diciendo:
Soy Ubik. Antes del universo era yo. Hice los soles. Hice los mundos. Creé las vidas y los lugares que habitan; les muevo aquí, les pongo ahí. Marchan como digo, hacen como les digo. Soy la palabra y mi nombre nunca es pronunciado, el nombre que nadie conoce. Soy llamado Ubik pero ese no es mi nombre. Soy. Siempre seré.
Es obvio desde aquí quién y qué es Ubik; específicamente dice que es la palabra, lo que es decir, el Logos. En la traducción alemana, hubo uno de los lapsos más maravillosos respecto al entendimiento correcto que jamás he encontrado; Dios nos ayude si el hombre que tradujo mi novela Ubik al alemán hubiera tenido que traducir el Nuevo Testamento del griego koiné al alemán. Lo hizo todo bien hasta que llegó a la frase "soy la palabra". Eso le dejó perplejo. ¿Qué puede querer decir el autor con eso?, debió preguntarse a sí mismo, obviamente no habiéndose encontrado nunca con la doctrina del Logos. Así que hizo la mejor traducción que pudo. En la edición alemana, la Entidad Absoluta que hizo los soles, creó los mundos, creó las vidas y los lugares que habitan, dice de sí misma:
Soy la marca comercial (N. del T. en inglés "brand name", nombre-de-la-marca)
Si hubiera traducido el Evangelio según San Juan, supongo que habría salido algo así como:
Cuando todas las cosas comenzaron, ya era la marca comercial. La marca comercial habitaba con Dios, y lo que Dios era, la marca comercial era.
Podría parecer que no sólo traigo saludos de Disneylandia sino de Mortimer Snerd. Tal es el destino de un autor que tenía la esperanza de incluir temas teológicos en sus escritos. "La marca comercial, fue entonces con Dios al principio, y a través de él todas las cosas llegaron a ser; ni una sóla cosa fue creada sin él". Así que ahí quedan las nobles ambiciones. Esperamos que Dios tenga sentido del humor.
O debería decir, esperemos que la marca comercial tenga sentido del humor.
Como os conté antes, mis dos preocupaciones al escribir, son "¿Qué es la realidad?" y "¿Qué constituye el humano auténtico?". Estos seguro que podeis ver ya que no he sido capaz de responder a la primera pregunta. Tengo una permanente intuición de que de alguna forma el mundo de la Biblia fuera literalmente un paisaje real pero velado, nunca cambiante, oculto a nuestra vista, pero disponible para nosotros a través de la revelación. Eso es todo lo que soy capaz de idear; una mezcla entre experiencia mística, razonamiento, y fé. Me gustaría aun así decir algo acerca de las características del auténtico humano; en esta búsqueda he tenido alguna respuesta más plausible que con la otra.
El humano auténtico es aquel de nosotros que sabe instintivamente lo que no debería hacer y que por añadidura se pondrá obstáculos para hacerlo. Se negará a hacerlo, incluso si esto le trae pavorosas consecuencias a ella y a quienes ama. Esta, para mí, es la característica heróica definitiva de la gente normal; dicen que no al tirano y con calma asumen las consecuencias de su resistencia. Sus hazañas pueden ser pequeñas, y casi siempre pasan inadvertidas, sin recoger por la historia. Sus nombres no se recuerdan, ni esperaban estos humanos auténticos que sus nombres se recordasen. Veo su autenticidad de una extraña manera: no en su disposición para llevar a cabo grandes hazañas heróicas, sino en sus negativas silenciosas. En esencia, no pueden ser forzados a ser lo que no son.
El poder de las realidades espúreas que nos golpean hoy -estas falsedades fabricadas deliberadamente-, nunca penetran hasta el corazón de los verdaderos seres humanos. Veo a los niños viendo la televisión, y primero tengo miedo de lo que les están enseñando, y después me doy cuenta, de que no se les puede corromper o destruir. Observan, escuchan, entienden, y entonces, donde y cuando es necesario, rechazan. Hay algo enormemente poderoso en la capacidad de un niño para resistirse a lo fraudulento. Un niño tiene la visión más clara, la mano más firme. Los vendedores sin escrúpulos, los promotores, están intentando atraer la lealtad de esta gente pequeña en vano. Cierto, las compañías de cereales pueden ser capaces de colocar grandes cantidades de desayunos basura; las cadenas de hamburguesas y perritos calientes pueden vender cantidades sin fin de comida rápida irreal a los niños, pero el corazón profundo late con firmeza, ni alcanzado ni entendido. Un niño de hoy puede detectar una mentira más rápido que el adulto más sabio hace dos décadas. Cuando quiero saber qué es verdad, pregunto a mis hijos. No me preguntan a mí; recurro a ellos.
Un día mientras mi hijo Christopher, que tiene cuatro años, estaba jugando frente a mí y a su madre, los dos adultos empezamos a discutir la figura de Jesús en los Evangelios Sinópticos. Christopher se giró hacia nosotros durante un instante y dijo, "soy un pescador. Pesco pescados". Estaba jugando con un farol de metal que alguien me había dado, y que nunca había usado,... y de pronto me di cuenta de que la linterna tenía forma de pez. Me pregunto qué pensamientos estaban siendo situados en el alma de mi pequeño niño en ese momento; y no por mercantes de cereales o traficantes de caramelos. "Soy un pescador, pesco pescados". Christopher, a los cuatro años, había encontrado el símbolo que yo no hallé hasta que tenía cuarenta y cinco años.
El tiempo se acelera, ¿y con qué fin? Quizá se nos dijo hace dos mil años. O quizá no fue hace tanto; quizá es una falsa ilusión que haya pasado tanto tiempo. Quizá fue hace una semana, o fue hoy, temprano. Quizá el tiempo no sólo se esté acelerando; quizá, de paso, vaya a terminar.
Y si lo hace, las atracciones en Disneylandia no van a volver a ser lo mismo otra vez. Porque cuando acabe el tiempo, los pájaros y los hipopótamos, y los leones y los ciervos en Disneylandia ya no serán simulaciones, y por primera vez, cantará un pájaro de verdad.
Gracias.
Texto tomado de:
http://www.13t.org/decondicionamiento/forum/leemas.php?p=1799&t=417
Imagen tomada de:
http://www.geocities.com/area51/crater/4909/ucdick.jpg
2 comentarios:
Excelente, gracias por compartir tan excelente texto. Un abrazo.
La traducción mas adecuada de "The Book of Acts" sería los Hechos no los Actos, el libro de los Hechos de los Apostoles del Nuevo Testamento no? Traducción Reina-Valera.
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