lunes, 18 de junio de 2007

La mirada de Citerea.





Por Jesús Ademir Morales Rojas

"En el seno del tempestuoso Egeo
se ve a Tetis con el abultado vientre (...)
errar por las ondas en blanca espuma envuelta
y dentro nacida con movimientos delicados y alegres una doncella con rostro no humano
De céfiros lascivos empujada hasta la orilla.
Gira sobre una concha y parece que el cielo goza con ello... (...)
La diosa aprieta con la diestra la cabellera
con la otra el dulce pomo recubre (...)
De tres ninfas en el seno fue acogida
y en estrellado vestido envuelta".

Poliziano




Volví a fijar mis ojos en el rostro
de mi dama, y mi espíritu con ellos,
de cualquier otro asunto retirado.

No se reía; mas «Si me riese
?dijo? te ocurriría como cuando
fue Semele en cenizas convertida:

pues mi belleza, que en los escalones
del eterno palacio más se acrece,
como has podido ver, cuanto más sube,

si no la templo, tanto brillaría
que tu fuerza mortal, a sus fulgores,
rama sería que el rayo desgaja.

Dante Alighieri



Y tú, “cuya mirada me crea eternamente”, sopórtame.

Jean Paul Sartre



Una pareja de céfiros en vuelo, estrechamente abrazados, empujan con su soplo a la Venus desnuda que se alza sobre una concha marina. En la orilla, una Hora la espera para revestirla de un rico manto.

La diagonal adecuada y precisa de los dos Céfiros, la línea vertical pero casi inestable del cuerpo de Venus en su equilibrio inteligentemente imperfecto sobre la concha, la tensión provocada en sentido contrario de la figura de la Hora, contribuyen a comunicar un inmejorable sentido del movimiento así como a dar un ritmo fuerte y variado a la obra. La extensión de las aguas marinas y la presencia de la costa a la diestra, con su sinuoso avance, extiende el espacio haciendo participe al espectador del arribo de la diosa desde remotas lejanías, en la pureza solitaria de la naturaleza.

Afrodita hermosa y desnuda en su grave meditar, constituye el centro hacia el cual se dirigen de modo convergente las figuras a los costados, pero la diosa permanece grácil, aislada en su refulgencia y posee tal refinamiento que supera toda dimensión de belleza meramente carnal, transformando su sensualidad en una espiritual y tensa contemplación.

Diseñada para motivar las más delicadas sensaciones, la obra de Botticelli “El Nacimiento de Venus”hace percibir la frescura del soplo de los vientos primaverales, el leve encresparse de las olas y la fragancia salina de las aguas: la tersura de la piel inmaculada sobre los cuerpos serenos y las exquisitas alfombras de hierba sobre la tierra fértil …en fin, y por encima de todo prevalece el rostro divino de Afrodita y su gesto impreciso que motiva ensueños y fantasías de trascendencia absoluta.

Pero en ese rostro podemos notar una mirada triste y esquiva... ¿ de que huye la mirada de Citerea ? ¿ cual es el motivo de su tierna tristeza ?

Recordemos la noción de contacto metafísico expuesta por el filósofo italiano Giorgio Colli: En la cúspide el símbolo toma el nombre de Dionso. (...) Dicen los textos órficos: “Hefesto hizo un espejo para Dioniso, y el dios mirándose en el y contemplando la propia imagen, se puso a crear la pluralidad” y también :
“Dioniso puso su imagen en el espejo quiso seguirla y de este modo se fragmento en el todo”.(...)El espejo no es solamente una indicación de la naturaleza ilusoria del mundo, sino también de un nacimiento que excluye cualquier idea de creación, de voluntad, de acción. Todo esta inmóvil: la vida y el fondo de la vida son un dios que se mira al espejo.”

El mundo como representación, como conocimiento en general, y toda representación, todo dato cognoscitivo en particular, nacen del contacto con lo extrarepresentativo.
Y lo que emerge a la superficie es la memoria de ello.
Según Colli el presente no existe y que todo conocimiento esta ya en el pasado : todo conocimiento es el recuerdo de lo que era, de aquello que era inmediato antes de ser su propia expresión , o sea la representación. Así pues según Colli solo habitamos en el recuerdo.
Ahora, para comprender la melancolía de la mirada de la diosa en la pintura de Botticelli recordemos algunos versos del mejor poema mexicano del siglo pasado: Muerte sin fin de José Gorostiza, esa epopeya trágica del agua y el vaso que la contiene, poema fundacional y apocalíptico con regusto exquisito al mejor Lucrecio y canto elegiaco con la delicada fuerza de Sor Juana Inés de la Cruz al mismo tiempo:

Mas nada ocurre , no, solo este sueño
Desorbitado
Que se mira a si mismo en plena marcha
(...)
Hasta que - hijo de su misma muerte,
gestado en la aridez de los escombros –
siente que su fatiga se fatiga,
se erige a descansar de su descanso
y sueña que su sueño se repite,
irresponsable, eterno,
muerte sin fin de una obstinada muerte
(...)
¡oh inteligencia, soledad en llamas!
Que lo consume todo hasta el silencio
(...)
¡oh inteligencia, soledad en llamas!
Que todo lo concibe sin crearlo

Pues como bien ha visto Evodio Escalante en su breve pero agudo análisis del poema Muerte sin Fin que expondremos sucintamente:

Cuando muere un hombre se extingue con el una visión del universo. Su muerte es también la muerte de esa idea del Universo que el se ha formado y que de modo inevitable arrastrara a la tumba. Considerando lo anterior, es fácil concluir que el universo desaparece minuto a minuto, sin que nadie pueda evitarlo, con cada ser que desaparece. Si el universo es una emanación de Dios, y si Dios solo es Dios porque mantiene la existencia del universo, también podría decirse que el se mira morir en la muerte de cada una de sus criaturas.
Se impone de tal suerte ese vértigo absoluto al que alude el titulo de Gorostiza: el universo esta muriendo sin fin y a la vez, por contradictorio que parezca, esta naciendo sin fin, instante tras instante. El acto de la creación no es un acto histórico, que tuvo lugar una vez en el origen mismo de los tiempos; lo que Gorostiza describe es una prodigiosa creación permanente , a la que acompaña, como su compañero lógico, una muerte también incesante del universo. Se trata a todas luces de un proceso especular. El hombre va en busca de si mismo, quiere fijar el ser, rehuir la muerte, encontrar la eterna fijeza que acaso se llama Dios. Pero Dios por su parte persigue algo muy parecido: también el no cesa de buscarse en nosotros los mortales, en una persecución acaso inútil de permanencia. La alegría y el dolor, la fiesta y la tragedia describen simultáneamente la realización y el fracaso de esta tentativa.

Asi como Dionisos frente al espejo se busca, entonces lo mismo Venus se encuentra ante la necesidad de hallar unos ojos en donde verse reflejada en toda su inaccesible e inconmensurable divinidad y a la vez, verse dispersa, fragmentada en tal imagen refleja y así crear al mundo y a nosotros en el, en lo múltiple.
Pero como hemos visto siguiendo a Giorgio Colli, solo habitamos en el recuerdo, puesto que la inmediatez, al tratar de ser apresada, tentativa ilusa,
se percibe como representación y expresión, pero solo en la memoria, en esa muerte constante, muerte sin fin, que es el recuerdo.
Venus sabe que mirarnos implica crearnos pero a la vez su mirada nos obliga a la muerte, a la muerte en lo fijo, en lo pétreo.
No olvidemos que esta Venus de Botticelli, es un ser celestial procedente de lo divino, y su hogar es aquella mágica isla de Citera, esta misma diosa es la Venus Urantia, la Afrodita celeste, aquella que tan hermosamente describió Marsilio Ficino en sus comentarios preciosos sobre Platón y en sus cartas a Lorenzo de Medicis: la Venus Humanitas de Cicerón, imagen y símbolo de la kalokagathia helena: unión privilegiada de Bien y Belleza a un tiempo, cultura y vida en un humanismo perfectamente consumado.
¿Por qué no nos mira la Venus de Botticelli?
¿Por qué no sonríe?
Si retomamos los versos de Muerte sin fin encontramos un sentido hondo de piedad y compasión por ese triste ser constreñido y preso en lo anodino, en lo inmóvil:

Pobrecilla del agua,
Ay, que no tiene nada,
Ay, amor que se ahoga,
Ay, en un vaso de agua

Mas que por su belleza clásica, mas que por su esplendorosa figura de divinal proporción, la Venus de Botticelli excelso nos conmueve ahora, bajo la luz de la reflexión de Giorgio Colli y de la poesía de José Gorostiza, por su supremo acto de piedad y amor a nosotros, los habitantes de lo representativo, constreñidos por el rigor del vaso que nos apresa siempre.
Venus no solo no nos mira sino que su hermosura melancólica nos invita a mirarla, aunque ella sabe que, mientras para nosotros es una oportunidad única de percibir la inmediatez de lo extrarrepresentativo, la esencia misma de lo divino, para ella nuestra mirada significa la muerte; mientras nosotros obtenemos libertad gracias a la difuminaciòn de las cadenas de lo necesario que su imagen henchida de belleza nos otorga... ella queda inmersa en el recuerdo, ella se hunde en el vaso del presente que nunca está.
La diosa nos obsequia así, el privilegio de su contemplación en el espejo, de su posibilidad de ser un poco en cada manifestación del mundo, para que nosotros al vernos reflejados en su mirada triste podamos ser, por un instante, parte de todo lo divino.
Rescatada por lo menos su imagen errabunda del recuerdo implacable, por el arte de un fino maestro del pincel, Citerea, impulsada por los Céfiros , venida desde las regiones inmarcesibles de la fantasía y el misterio, se presenta ante nosotros con toda su tierna belleza, con toda su suave hermosura, como un obsequio de amor, misericordia y piedad sin límites .

Así surges del agua,
Blanquísima,
Y tus largos cabellos son del mar todavía,
Y los vientos te empujan, las olas te conducen,
como el amanecer, por olas serenísima.
Así llegas helada como el amanecer.
Así la dicha abriga como un manto.

Gabriel Zaid


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2 comentarios:

Luli dijo...

Desde la prehistoria hasta hoy en día, nos hemos enfrentado con la brevedad de la vida terrestre y el sueño por una eternidad. Han surgido grandes sistemas religiosos para servir de puntos primordiales para nuestra creencia. Pero hoy, estas enseñanzas tradicionales y nuestra adorable creencia en un después de la muerte – lo que Sigmund Freud llamó el “más viejo, fuerte y más insistente deseo del ser humano” – se encuentran en peligro. Los dioses y las almas parecen fuera de lugar en este universo estéril y más parecido a una máquina que nos muestra la ciencia.

Amigo eres un gran conocedor de lo aun empezamos a medio entender.

Fabuloso ensayo

Un beso

Jesús Ademir Morales Rojas dijo...

Tu inteligente lectura es lo que cuenta y vale.

Gracias por hacer vivir a mis apuntes.

Te envío un fuerte abrazo.

Seguimos en contacto.

Saludos.