martes, 19 de junio de 2007

Palabra y sonido en Johann Sebastian Bach.


Por Albert Schweitzer

Asombra en Bach lo viviente de la relación entre la música el texto que la acompaña. El maestro no recurre al método habitual, que consistiría en representar musicalmente el discurso del texto en su movimiento y en su desarrollo. Describe claramente la idea en su esencia, pero no se atiene al curso de sus vicisitudes, ni la sigue en sus trasformaciones. Subraya con vigor el detalle característico, pone en relieve los contrastes, crean crescendos poderosos; pero es inútil buscar en él las vicisitudes de la idea, sus luchas, sus desesperaciones, sus vislumbres de alegría, todo aquello que encontramos va en las obras de Beethoven, y que fue tan bien descripto por el arte musical post-beethoveniano. Y sin embargo, el arte de Bach expresa los sentimientos con tanta perfección como los expresó el arte de Beethoven. Sólo que se trata de otro tipo de perfección. El sentimiento que Bach trata de expresar, aparece en sus obras con una fuerza y un poder de emoción que casi no encontramos en ningún otro músico. Su capacidad de caracterizar exactamente los matices y las peculiaridades más diversas de un sentimiento resulta francamente inigualable. También la música de Bach debe ser considerada, en su aspecto más verdadero y más probando, como música del sentimiento.

Beethoven y Wagner poetizan en su música; Bach en cambio pinta. También él sabe dar un carácter dramático a sus obras, pero es el dramatismo de un pintor. No describe los eventos sucesivamente, sino que escoge los momentos más expresivos, más preñados de sentido, en los que se concentra para él toda la serie de acontecimientos, y los presenta musicalmente. El drama musical es para él una serle ordenada de cuadros dramáticos; y así ha construido sus Pasiones y sus Cantatas.

La música de Bach es también pictórica, en la medida en que sus temas y motivos, siempre que sea posible, aparecen condicionados por una asociación de ideas pictóricas, se encuentre ésta directa o indirectamente expresada en el texto, sea ésta llamativa o no.

El estudio detallado del lenguaje musical de Bach no constituye un mero entretenimiento de estetas, sino una verdadera necesidad para el músico practicante. A menudo resulta imposible ejecutar un trozo del maestro en el tiempo correcto, con la intensidad adecuada, con el fraseo apropiado, si no se conoce el significado del motivo. Solamente con el "sentimiento" no se llega a ninguna parte, cuando se trata de Bach.

Sobre los orígenes y el desarrollo del lenguaje musical de Bach, es poco lo que se puede decir. Ciertas composiciones de su juventud expresan ya pensamientos poéticos reconocibles. Pero a partir de estos intentos, no nos encontramos con un largo proceso de desarrollo del lenguaje bachiano. Repentinamente, aparece armado de todas sus armas, perfecto y definido. El primer documento que conservamos de este lenguaje musical, es el constituido por los corales del opúsculo para órgano. En ellos resultan ya evidentes cuáles son los motivos que utiliza Bach para expresar musicalmente imágenes y sentimientos. Estos cuarenta y cinco corales representarían el diccionario de su lenguaje musical; y en cierto modo la clave que abre el conocimiento de la música de Bach; es más, la clave de toda su música. Tendría más o menos treinta años cuando compuso la mayor parte de estos corales. A partir de este momento, hasta la muerte, se atuvo Bach estrictamente a los mismos principios, en todo lo que se refiere al contenido poético de la música y al lenguaje que lo expresa. Por eso podemos decir que el idioma de las cantatas es idéntico al idioma de los orales para órgano.

En toda la obra de Bach se manifiesta el aspecto matemático de su espíritu. Casi sería mejor decir, en vez de espíritu matemático, espíritu arquitectónico. Lo que más impresiona estéticamente en sus obras, es la armonía del todo; la armonía con que el detalle opulento y vivaz parece introducirse de por sí en el conjunto. La música de Bach es el gótico más perfecto del arte musical.

Es de notar que Bach, como todo lo que es realmente elevado en el campo de la religión, no pertenece a la iglesia, sino a la humanidad creyente, y que cualquier recinto se convierte en iglesia, cuando en él se ejecutan sus obras con el recogimiento y la meditación que su audición requieren.

No es la perfección de la ejecución, sino su espíritu, lo que determina el efecto que la música de Bach produce sobre el oyente. Sólo el que sea capaz de penetrar en el mundo de sentimientos de Bach, de vivir y pensar con él, de ser sobrio y de ser humilde como él lo fue, está en condiciones de ejecutar sus páginas como deben ser ejecutadas. Si en el director de orquesta, y en los ejecutantes, no existe un estado previo de unción, de adecuada sensibilidad, no pueden trasmitir nada al oyente. Es como si cayera algo helado sobre la música, que la priva de toda su fuerza. Sigue siendo válido -y tal vez más válido que nunca- la frase que escribió Mosevius en 1845, cuando re-descubrió para el mundo las cantatas de Bach: "Una cosa es necesaria" anotó al final de su ensayo, "en la ejecución de las obras de Bach, constantemente indispensable. Esa cosa es el recogimiento íntimo. Y cada uno de los cantores del coro, además de la perfección con que ejecuta su parte, debe tratar en todo momento de infundirle la correspondiente espiritualidad".

Esperemos que esta idea se difunda. Porque entonces contribuirá Bach a la tarea de enseñar a nuestra época el recogimiento espiritual y la vida interior que tanto le son necesarias. (*)

(*) Fuente: Albert Schweitzer, El camino hacia ti mismo, Buenos Aires, Sur.

Tomado de:http://www.temakel.com/musicabach.htm
Imagen de Bach:http://www.carus-verlag.com/images-intern/img/Bach.jpg
Radio Bach:http://1.fm/stations/Baroque/ViewLastPlayed.aspx

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