Por
Jesús Ademir Morales Rojas
Con referencia a Dante Alighieri, La Divina Comedia, Infierno, Canto VI.
“Me encuentro en el tercer círculo; en el de la lluvía eterna, maldita, fría y densa, que cae siempre igualmente copiosa y con la misma fuerza. Espesos granizos, agua negruzca y nieve descienden en turbión a través de las tinieblas; la tierra al recibirlos exhala un olor pestífero.”
En última instancia, lo que se castiga en éste ámbito infernal justamente, es el hambre excesiva de ser. Los granizos de agua infecta que se dan a la tierra para saciar su infinito antojo y que son de nuevo elevados al firmamento por el calor de las llamas, tal vez no aludan sino a la esteril tentativa de poder ser más aún, el afán irredento de satisfacer a costa de lo que sea, ese necio apetito de respiros y exhalaciones, que al final se pierden sin remedio, en el viento errabundo.
***
“Cerbero, fiera cruel y monstruosa, ladra con sus tres fauces de perro contra los condenados que están allí sumergidos.”
Y estos tristes seres, no obstante sufrir el tormento practicado por el pavoroso demonio, tienen el agridulce consuelo de saber que, con tres bocas descomunales y ansiosas, el hambre del Can infernal siempre va a ser más insoportable, y acuciante, que su propia ansiedad de ser redimidos.
***
“Tiene rojizos los ojos, los pelos negros y cerdosos, el vientre ancho y las patas guarnecidas de uñas que clava en los esíritus, les desgarra la piel y los descuartiza. La lluvia les hace aullar como perros.”
Por lo tanto, la tortura impuesta para los glotones podría ser, el contemplar sus más secretos anhelos, diabólicamente encarnados en la Bestia: en una criatura que goza lascivamente en su voracidad transgresora de todo respeto, de toda dignidad. De nada sirve pues aullar como perro de caza, siendo a la vez la presa misma: como la liebre que disfruta, en su agonía dolorosa, soñandose lebrel.
***
“ Cuando nos descubrió Cerbero, el gran gusano, abrió las bocas, enseñándonos los colmillos; todos sus miembros estaban agitados. Entonces mi guía extendió las manos, cogió tierra, y la arrojó a puñados en las fauces ávidas de la fiera. Y del mismo modo que un perro se deshace ladrando, y se apacigua cuando muerde su presa, ocupado tan sólo en devorarla, así también el demonio Cerbero cerró sus impuras bocas…”
Por qué no pensar que Dante en este pasaje, quiso expresar su visión personal acerca de la muerte misma, presentándola como un ansia infinita, ciega y voraz; simbolizada también en esa bestia mortal , ese trasunto del gran gusano de las tumbas, que se consume a sí obstinadamente y sin remedio, al engullir la propia tierra que lo propicia.
***
“-¿Quién eres tú, que a tan triste lugar has sido conducido, y condenado a un suplicio, que si hay otro mayor, no será por cierto tan desagradable?
-Tu ciudad ( Florencia)…me vió en su seno… ustedes los habitantes de esa ciudad me llamaron Ciacco. Por el reprensible pecado de la gula, me veo como ves, sufriendo esta lluvia. Yo no soy aquí la única alma triste; todas las demás estan condenadas a igual pena por la misma causa.”
Ciacco -que quiere decir “cerdo”- fue un bufón que se esmeraba siempre en ganarse la risa del prójimo con su ocurrente conversación, pero era a la vez sumamente dado a la gula. ¡Desventurado Ciacco! sirviendo de comidilla para la feroz sociedad de Florencia, mientras vivo, y luego muerto, alimentando el frenesí de castigo de los demonios en el Averno.
...cuando la esencia personal supera a la existencia misma…
***
Dante le manifiesta al pobre Ciacco que su martirio lo conmueve grandemente, pero a continuación le inquiere acerca del futuro político de Florencia. Posiblemente hayamos descubierto por fin, donde sobrelleva el alma de Dante su inmortalidad merecida: puesto que las amplias fauces de Cerbero tienen siempre cabida para los voraces incontenibles de presagios, y la mordida es más filosa, cuanto más se cumplen los (deseados y no confesos) vaticinios funestos.
***
“Pero cuando vuelvas al dulce mundo, te ruego que hagas porque en él se renueve mi recuerdo.”
Porque entonces quiza, tal dulce mundo evocado, sea el único accesible y verdaderamente auténtico: el mundo de los recuerdos, de las nostalgias efímeras, que al tiempo mismo de pensarlas, ya sucedieron, y en donde sólo es posible percibir fugazmente- como bien ha dicho ya Giorgio Colli- la inmediatez de las representaciones, de las cosas que nos tocan, la esencia de la vida, capturada imperfectamente en tal miriada de añoranzas.
Mundo de sombras anhelantes de un pretérito más pleno, el de los vivos; misma sed la que padecen los habitantes del Infierno dantesco. Hambrientos de una satisfacción de arraigo que nunca se realiza, ni aún acaso, en el silencio que colma la ausencia misma de ser.
***
“…cada cual encontrará entonces su triste tumba; recobrará sus carnes y su figura; y oirá el juicio que debe resonar por toda una eternidad.”
…volver a paladear ese alimento que sabemos dañino, pero que se hace irresistible, tanto más nos acerca al instante en que es demasiado tarde para dejarlo…
***
“Cuanto más perfecta es una cosa, tanto mayor bien o dolor experimenta. Aunque esta raza maldita no debe jamás llegar a la verdadera perfección, espera ser después del juicio más perfecta que ahora.”
Pues bien, es posible que el juicio ya se haya efectuado sin siquiera habernos percatado de ello, pues la perfección lograda por nuestro dolor y amargura, aciago digestivo para el momento de reposo sin vuelta, que ya se avecina, nos satura por entero los sentidos del alma saciada y adormecida… ¡Aleluya!
Jesús Ademir Morales Rojas
Con referencia a Dante Alighieri, La Divina Comedia, Infierno, Canto VI.
“Me encuentro en el tercer círculo; en el de la lluvía eterna, maldita, fría y densa, que cae siempre igualmente copiosa y con la misma fuerza. Espesos granizos, agua negruzca y nieve descienden en turbión a través de las tinieblas; la tierra al recibirlos exhala un olor pestífero.”
En última instancia, lo que se castiga en éste ámbito infernal justamente, es el hambre excesiva de ser. Los granizos de agua infecta que se dan a la tierra para saciar su infinito antojo y que son de nuevo elevados al firmamento por el calor de las llamas, tal vez no aludan sino a la esteril tentativa de poder ser más aún, el afán irredento de satisfacer a costa de lo que sea, ese necio apetito de respiros y exhalaciones, que al final se pierden sin remedio, en el viento errabundo.
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“Cerbero, fiera cruel y monstruosa, ladra con sus tres fauces de perro contra los condenados que están allí sumergidos.”
Y estos tristes seres, no obstante sufrir el tormento practicado por el pavoroso demonio, tienen el agridulce consuelo de saber que, con tres bocas descomunales y ansiosas, el hambre del Can infernal siempre va a ser más insoportable, y acuciante, que su propia ansiedad de ser redimidos.
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“Tiene rojizos los ojos, los pelos negros y cerdosos, el vientre ancho y las patas guarnecidas de uñas que clava en los esíritus, les desgarra la piel y los descuartiza. La lluvia les hace aullar como perros.”
Por lo tanto, la tortura impuesta para los glotones podría ser, el contemplar sus más secretos anhelos, diabólicamente encarnados en la Bestia: en una criatura que goza lascivamente en su voracidad transgresora de todo respeto, de toda dignidad. De nada sirve pues aullar como perro de caza, siendo a la vez la presa misma: como la liebre que disfruta, en su agonía dolorosa, soñandose lebrel.
***
“ Cuando nos descubrió Cerbero, el gran gusano, abrió las bocas, enseñándonos los colmillos; todos sus miembros estaban agitados. Entonces mi guía extendió las manos, cogió tierra, y la arrojó a puñados en las fauces ávidas de la fiera. Y del mismo modo que un perro se deshace ladrando, y se apacigua cuando muerde su presa, ocupado tan sólo en devorarla, así también el demonio Cerbero cerró sus impuras bocas…”
Por qué no pensar que Dante en este pasaje, quiso expresar su visión personal acerca de la muerte misma, presentándola como un ansia infinita, ciega y voraz; simbolizada también en esa bestia mortal , ese trasunto del gran gusano de las tumbas, que se consume a sí obstinadamente y sin remedio, al engullir la propia tierra que lo propicia.
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“-¿Quién eres tú, que a tan triste lugar has sido conducido, y condenado a un suplicio, que si hay otro mayor, no será por cierto tan desagradable?
-Tu ciudad ( Florencia)…me vió en su seno… ustedes los habitantes de esa ciudad me llamaron Ciacco. Por el reprensible pecado de la gula, me veo como ves, sufriendo esta lluvia. Yo no soy aquí la única alma triste; todas las demás estan condenadas a igual pena por la misma causa.”
Ciacco -que quiere decir “cerdo”- fue un bufón que se esmeraba siempre en ganarse la risa del prójimo con su ocurrente conversación, pero era a la vez sumamente dado a la gula. ¡Desventurado Ciacco! sirviendo de comidilla para la feroz sociedad de Florencia, mientras vivo, y luego muerto, alimentando el frenesí de castigo de los demonios en el Averno.
...cuando la esencia personal supera a la existencia misma…
***
Dante le manifiesta al pobre Ciacco que su martirio lo conmueve grandemente, pero a continuación le inquiere acerca del futuro político de Florencia. Posiblemente hayamos descubierto por fin, donde sobrelleva el alma de Dante su inmortalidad merecida: puesto que las amplias fauces de Cerbero tienen siempre cabida para los voraces incontenibles de presagios, y la mordida es más filosa, cuanto más se cumplen los (deseados y no confesos) vaticinios funestos.
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“Pero cuando vuelvas al dulce mundo, te ruego que hagas porque en él se renueve mi recuerdo.”
Porque entonces quiza, tal dulce mundo evocado, sea el único accesible y verdaderamente auténtico: el mundo de los recuerdos, de las nostalgias efímeras, que al tiempo mismo de pensarlas, ya sucedieron, y en donde sólo es posible percibir fugazmente- como bien ha dicho ya Giorgio Colli- la inmediatez de las representaciones, de las cosas que nos tocan, la esencia de la vida, capturada imperfectamente en tal miriada de añoranzas.
Mundo de sombras anhelantes de un pretérito más pleno, el de los vivos; misma sed la que padecen los habitantes del Infierno dantesco. Hambrientos de una satisfacción de arraigo que nunca se realiza, ni aún acaso, en el silencio que colma la ausencia misma de ser.
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“…cada cual encontrará entonces su triste tumba; recobrará sus carnes y su figura; y oirá el juicio que debe resonar por toda una eternidad.”
…volver a paladear ese alimento que sabemos dañino, pero que se hace irresistible, tanto más nos acerca al instante en que es demasiado tarde para dejarlo…
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“Cuanto más perfecta es una cosa, tanto mayor bien o dolor experimenta. Aunque esta raza maldita no debe jamás llegar a la verdadera perfección, espera ser después del juicio más perfecta que ahora.”
Pues bien, es posible que el juicio ya se haya efectuado sin siquiera habernos percatado de ello, pues la perfección lograda por nuestro dolor y amargura, aciago digestivo para el momento de reposo sin vuelta, que ya se avecina, nos satura por entero los sentidos del alma saciada y adormecida… ¡Aleluya!
Copyright © Jesús Ademir Morales Rojas. Todos los derechos reservados.
Imagen tomada de:
http://altreligion.about.com/library/graphics/inferno6.jpg
1 comentario:
“Pero cuando vuelvas al dulce mundo, te ruego que hagas porque en él se renueve mi recuerdo.”
Porque entonces quizá, tal dulce mundo evocado, sea el único accesible y verdaderamente auténtico: el mundo de los recuerdos, de las nostalgias efímeras, que al tiempo mismo de pensarlas, ya sucedieron, y en donde sólo es posible percibir fugazmente- como bien ha dicho ya Giorgio Colli- la inmediatez de las representaciones, de las cosas que nos tocan, la esencia de la vida, capturada imperfectamente en tal mirada de añoranzas.
Mundo de sombras anhelantes de un pretérito más pleno, el de los vivos; misma sed la que padecen los habitantes del Infierno dantesco. Hambrientos de una satisfacción de arraigo que nunca se realiza, ni aún acaso, en el silencio que colma la ausencia misma de ser.
Muy cierto... es que siempre he pensado que si no existiera la memoria fueramos más felices y menos humanos...
Gracias, la divina comedia es una de mis favoritas, si te lo había dicho no?
Saludos
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