martes, 3 de julio de 2007

Dos visiones del ser mexicano


Por
Jesús Ademir Morales Rojas


Todos somos Juan Preciado

--No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio...
El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro.
--Así lo haré, madre.

                                                           Juan Rulfo, Pedro Páramo.


Quizás sólo Juan Rulfo, en su novela Pedro Páramo, ha percibido que ser mexicano significa transitar por la existencia con un Comala personal en el alma; un Hades particular en el que cada compatriota debe resolver la búsqueda vital de un progenitor oculto y silencioso: seguridad de arraigo e identidad definida.
Ser mexicano es vivir el sentimiento angustioso de un Telémaco extraviado, pues tras hacer sido separado de sus raíces auténticas, cada tradición suya es una burda parodia, cada modo de afrontar la realidad es imitación o asunción forzosa.
Nos vemos obligados a una pesquisa frenética interna en pos del Ulises que nos dé guía. Como un Dante que en su travesía al inframundo se percatara estupefacto que el auxilio de Virgilio le ha sido negado.
México, tras las murallas de Dite es un lugar donde el tormento de rigor es la oblicuidad: nuestras expresiones son todas alusivas, nuestro modo de relacionarnos falso y malintencionado; derrotado de antemano todo esfuerzo por sobresalir, nuestro deseo máximo es no tener que esforzarnos más y disfrutar de un conformismo perenne.
En el infierno dantesco, como en el camino hacia la Media Luna, la esperanza es un fardo inútil y fuera de lugar.
No es casual que el numen original de nuestra nación; Huitzilopochtli, haya sido engendrado por Coatlicue providencialmente, casi por azar, cuando una bola de plumas cayó en su regazo.
Como el dios colibrí, cada mexicano es un rencor vivo henchido de soledad; presa desde su nacimiento de una agresividad estéril que pugna, infructuosamente, por sostener su mundo caótico con las necias armas de sus celebraciones irónicas, expresiones soeces y actitudes fatuas.
Todos los mexicanos somos un Juan Preciado buscando a tientas la sombra de una ausencia: Ícaros desamparados en nuestro laberinto particular, donde sólo rumores temerosos, promesas descreídas y albures desganados, sofocados por el alarido furioso del viento del marasmo, permiten adivinar a veces, los trémulos latidos de un corazón tierno y sensible, ahogado de anhelo.

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La Sabiduría Mexicana

Sólo venimos a dormir,
sólo venimos a soñar,
no es verdad, no es verdad que venimos a dormir sobre la tierra:
cual cada primavera así es nuestra hechura,
viene y brota, viene y abre corolas nuestro corazón,
Algunas flores echa nuestro cuerpo: ¡se marchita!

                                                                   Tochihuitzin



En estos tiempos en donde ser plural es requisito ineludible para poder tomar parte en el gran coloquio hermenéutico que conforma el pensamiento del mundo moderno, los mexicanos deberíamos tener siempre presente, con sincero orgullo y voluntad de aprendizaje, el legado de la antigua sabiduría nahuatl, tesoro que ha sido cuidadosamente conservado y difundido por eruditos tan valiosos como Don Miguel León Portilla.
Nezahualcóyotl, emperador de Texcoco y otros sabios artistas nahuas, dedicados guardianes del legado cultural tolteca, soportaron con valentía la opresión de la ideología místico-guerrera de los mexicas y le opusieron, a través de sentidos poemas y reflexiones breves, un modo de pensar, que por su singularidad, ennoblece el ser y más aún , el sentirse mexicano.
Estos verdaderos filósofos tuvieron el hondo sentido metafísico de cuestionar todas las falaces apariencias de su mundo oprimido. Y sin padecer vértigo nihilístico alguno, se propusieron construir, con el sólo auxilio de su notable creatividad, un puente hacia la trascendencia absoluta, por medio de la belleza del entorno natural mexicano, vertida en cantos, recitaciones y danzas de florido ornamento.
Grande es en verdad la nación mexicana, ya que ha podido de ser cuna de estos espíritus admirables, que ante las cuestiones capitales del hombre sobre su existencia, aquellas a las que los griegos respondieron con racionalidad y los asiáticos con introspección, nuestros sabios nahuas, contestaron humildemente con flores, poesía y sentimiento.


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Imagen de Mictlantecuhtli tomada de:
http://members.fortunecity.es/kaildoc/tenochtitlan/imatenoch/mictlantecuhtli.jpg






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